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Revista de Folklore número

128



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HACIA OTRO “TIEMPO DE LAS CEREZAS” (*)

CRUZ GARCIA, Oscar

Publicado en el año 1991 en la Revista de Folklore número 128 - sumario >



Cuando se pregunta a los chamanes o hechiceros de la tribu ezagbam de Nigeria sobre el significado de la máscara / yelmo de madera, bifronte como un dios Jano africano, utilizada por ellos en sus fiestas ceremoniales, responden -no sin reticencias, pues a nadie le es fácil explicitar los ritos por los cuales se hace presente y vuelve a actualizar, de forma cíclica, el MITO, como "metalenguaje" de la hondura psíquica del Hombre- que la faz negra, que mira hacia delante, representa el cielo, el día -sol oscuro-, y el conocimiento del FUTURO; mientras que la faz blanca, que mira hacia atrás, representa la tierra, la noche -luna clara-, y el conocimiento del PASADO.

Si la cara negra simboliza al PADRE, la cara blanca simboliza a la MADRE, y su unión en un máscara ritual con fines bélicos, o de celebración del poder, apunta certeramente al máximo deseo humano, tan antiguo como el planeta y siempre frustrado, de conciliar, en plenitud y armonía, las dos llaves que abren / cierran la vieja arca del corazón humano: según la teoría de los arquetipos de la psicología profunda, la CONCIENCIA masculina y paterna, y el INCONSCIENTE femenino y materno, el águila bicéfala de la potencialidad humana.

Con razón el espíritu romántico, aquejado de complejo materno, enamorado de la Naturaleza y la Noche, siente sin remedio el «vicio del Pasado", y una de sus mayores satisfacciones es descubrir y volver a dar vida, en la medida de lo posible, a las viejas máquinas y edificios, como molinos y jaraíces, lagares y batanes, esquileos y telares, martinetes y norias, hornos de cal y teja, etc..., con / en los cuales el Hombre ha celebrado "milenariamente" su reencuentro amoroso / penoso con la Sancta Mater Materia: la sal y la harina, el vino y el aceite, la lana y la seda, el cobre y el vidrio, el lino y la madera, la miel y la cera, el corcho y el barro, la cal y el hueso, etc...

Lo mismo podríamos decir de todos aquellos utensilios que no por ser más sencillos o humildes dejan de llamar a nuestro inconsciente con el brillo y el eco de esa su sagrada función, y que vemos cubiertos, consecuentemente, por la magia de la más sutil ornamentación: el mortero y la liara, la rueca y el fuelle, el morillo y la aldaba, la botija y el pilón, el. almirez y la fuente, la alcuza y el escriño, etc...

Son todos esos objetos a los que el gran poeta alemán Bertolt Brecht dedicó los versos siguientes (1932):

De todos los objetos, lo que más amo
son los usados.
Las vasijas de cobre con abolladuras y bordes
aplastados,
los cuchillos y tenedores cuyos mangos de madera
han sido cogidos por muchas manos...
Esas losas en torno a viejas casas,
desgastadas de haber sido pisadas tantas veces,
esas losas entre las que crece la hierba...,

Y por los que clamó el poeta español Arturo Serrano Plaja, en vísperas de tragedia y duelo (1935):

Quiero, pido, suplico palabras desgastadas
por el uso y el tiempo como los azadones.

Hoy día, "malsiendo” en el seno de unas sociedades violentaas y esquizofrénicas, que tienen su contrapeso obligado en unas falocracias políticas y socioeconómicas, no por encubiertas menos reales, nuestro inconsciente -el mundo de las Madres simbólicas- está siendo tan reprimido, condenado e "infernalizado" como siempre. Hora va siendo de devolverle el puesto que le corresponde en un psiquismo dinámico, completo y libre, sin el cual el hombre no podrá nunca llegar a ser de verdad Hombre, dios del / para el Hombre.

Que el interés por esa arqueología, grande o pequeña, no es ni mucho menos suficiente para tales fines lo sabe cualquiera; pero que, en cualquier caso, no deja de ser un buen inicio también es una respuesta bastante plausible. No otro es el reto del siglo XXI que tenemos en puertas.

(La viñeta, realizada por el autor de este artículo, es una copia del dibujo de unas ruecas -pastoriles y norteñas-llevado a cabo por D. Ramón Violant i Simorra, para su libro "El Pirineo Español..)

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(*) El “Tiempo de las cerezas” fue una canción muy popular entre los obreros de la Comuna de París de 1871, primer gobierno proletario de la Historia; un canto de esperanza en la futura renovación cósmica y frutal de la vida y del mundo, un canto de utopía e infinitud y también, claro está, de ucronía y eternidad. Aquel tiempo, como todos sabemos, no llegó jamás y sí el fusil de los verdugos versalleses.

Hoy día, ese "tiempo de las cerezas", el tiempo de nuestro más íntimo Deseo, parece más lejano que nunca, sustituído en las conciencias, por las buenas o por las "mejores", por el tiempo de la yerma Realidad, o Gran Falacia, cuyo principal culto se concreta en unos economicismos desbocados y en su principal instrumento: la tan traida y llevada competitividad, elevada gratuita y absurdamente al rango de "imperativo cuasi categórico", que se reduce a ver quién ocupa antes y más en solitario la boca grande del embudo coprófago en que se ha convertido este mundo, pobrísimo por tantos conceptos.

Asistiendo a la ruina de las formas más o menos degeneradas de comunismo, y a la insólita desvalorización de un socialismo que "pasa por carros y carretas" con tal de ocupar su pequeña o gran parcela de poder, con su obligada y nefasta secuela de abuso y corrupción, queremos creer que el Gran Cambio, si verdaderamente se lleva a cabo, al final de este túnel "finimilenario" que no produce sino acedia y tedio, tendrá necesariamente un sentido más psicológico / antropológico que sociológico / historicista.

Ya la bellísima y estilizada imagen totémica de la Gran Madre, Señora del Pájaro y de la Estrella, que levantó nuestro gran escultor Alberto Sánchez ante el Pabellón de España, en la Exposición Internacional de 1937, surgía de una muela de molino, haciendo buena, inconscientemente, la respuesta que un pastor occitano ¿albigense? dio a los Inquisidores de París en el siglo XIII:

-“El alma del Hombre, del Pueblo, es de pan”.



HACIA OTRO “TIEMPO DE LAS CEREZAS” (*)

CRUZ GARCIA, Oscar

Publicado en el año 1991 en la Revista de Folklore número 128.

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