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Pocos han sido los que han hollado la enigmática comarca de Las Hurdes para bucear en sus médulas folklóricas, para huronear en sus más prístinas raíces etnográficas. Mucha tinta se ha derramado sobre este mundo de brezos y pizarras, casi siempre sin rigor alguno. Fueron libros de viajes, donde la invención y la malsana leyenda negra cabalgaban en las plumas de escritores de cortos vuelos. Tan sólo dos o tres libros podemos salvar de la hoguera.
Cuatro escasas y mermadas pinceladas han descrito, de forma obtusa y peyorativa, el folklore del territorio jurdano. Así, Santiago Pérez Argemi escribe en 1922: «En Las Hurdes no hay leyenda ni canciones populares y típicas. La danza, que es su única diversión, se reduce a correr y a saltar al son del tamboril y de las castañuelas».
En la crónica oficial del viaje de Alfonso XIII a esta comarca, fechada en 22 de junio de 1922, se lee: «En Fragosa, grupos de mujeres cerca de la puerta de la iglesia cantaban a coro aires montañeses, muy semejantes a los de Santander».
El escritor francés Maurice Legendre saca a la luz, en 1927, un libro titulado «Las Jurdes, étude de géographie humaine». Salvo ciertos resbalones, el libro es serio, fruto de sus largas temporadas viviendo con los jurdanos. Pero poco es lo que habla sobre folklore: «En Las Jurdes existen danzas variadas; lo que es verdad es que ellas no son originales. Se sabe que jurdanos y jurdanas son muy ágiles; su valor como danzarines es muy importante al son del tamboril». Acerca de esa «originalidad» de la que nos habla Legendre, consideramos que es un tema muy delicado como para afirmar algo al respecto.
Curioso resulta el artículo que aparece en la revista «Las Hurdes», de fecha 30 de septiembre de 1904. Dice así: «Mañana se presentarán allí S. M. el Rey don Alfonso XIII algunos míseros habitantes de Las Hurdes. Vestidos con sus mejores galas, si es que merece tal nombre los andrajos lavados del pobre, llegan a Salamanca. Vienen los hurdanos a hacer gala de sus habilidades en el arte de Terpsícore, trayendo a Salamanca lo más típico de su comarca, una especie de baile indio admirable por su novedad extraña».
El caso es que el viajero, a pesar ,de lo que digan los cronicones, si sabe abrir bien los ojos y prestar buena atención, se encontrará con la voz del pueblo jurdano, con los sonidos naturales y arcaicos de sus gargantas, modulados sin artificio alguno. Es el jurdano un pueblo aislado por imponentes farallones pizarrosos, lo que no implica que haya practicado un aislamiento en cuanto a relaciones humanas; es un pueblo al que la historia y la geografía castigó con duro trallazo. Pero es, ante todo, un pueblo identificado con sus sangres, consciente de su entidad territorial, para el que «Castilla está arriba, y Extremadura abajo, y Las Hurdes son un mundo aparte». Es un pueblo centrado, históricamente, en sí mismo.
«SI NON SONA LA GAITA,
NI EL MOZU RETOZA
NI LA MOZA BAILA»
Por Las Hurdes se siguen oyendo las notas de la gaita extremeña y los toques de tamboril, los cuales, junto con las castañuelas, son los instrumentos por excelencia que acompañan los cánticos de estas tierras. Todo un repertorio, cargado de matices y melodías, se esconde bajo la capa pizarrosa de estas sierras. Se oyen ecos de rondas de mozos; viejos romances, cantados al compás de la hoz en la siega o en las noches de matanzas; «centeneras» o coplas entonadas camino de los ya arruinados molinos de centeno; alboradas de Reyes y de bodas; Ramos, Paloteados, monocordes nanas, Charrás, Jabas, Cuentos y Barañas... Todo un conjunto de notas que pone bien a las claras la vibrante fuerza del folklore de estas tierras que se pierden por el septentrión de las Extremaduras.
Vamos a exponer a continuación un sucinto estudio sobre ciertos aspectos del folklore musical de Las Hurdes. Tal vez sirva para despejar las malas líneas que escribieron ciertos agoreros, que incluso se atrevieron a afirmar que «en Las Hurdes, por no oirse, no se oye ni el canto de un pájaro».
TOQUES PROCESIONALES
Son toques instrumentales, a base de tamboril y flauta. Destacan los del pueblo de Avellanar, Situado en las llamadas Hurdes Bajas, concretamente dentro del concejo de Pinofranqueado.
Los instrumentos empleados son la arcaica y típica flauta de tres agujeros, semejante a aquellas otras que se emplean en lo que fue antiguo Reino de León, al que pertenecieron Las Hurdes. En la parte alta de esta comarca se suele denominar a este instrumento «gaita», lo que crea un paralelo con las provincias de Salamanca y Zamora. En el resto de la región jurdana, así como en otros puntos de Extremadura en que se emplea, se llama «flauta». Suelen ser de madera de fresno, nogal, olivo, corazón de encina y «saúcu». El otro instrumento es el tamboril, que se percute con la «porra» o «palote» y que antiguamente solía fabricarse con un tronco ahuecado (muy común era la madera de cerezo o guindo). Hoy se emplea algún pequeño bidón de latón. El parche del tamboril viene a ser de piel de cabra; algunas veces se emplea la de perro, e incluso la de zorra.
Estos toques se utilizan en distintas procesiones, aunque la gente los suele identificar con «el toqui de la pruseción de San Antoniu».
ALBORADAS DE REYES
Destacan, dentro de Las Hurdes, las que se celebran en la localidad de Los Casares, conocida como «el balcón de Las Hurdes». Se alza Casares entre terrenos abruptos, donde la sierra de La Corredera se transforma en miles de bancales que trepan por las escarpadas pendientes. El adagio popular dice:
-«¿Andi vah, güe, que non árih?
-A Luc Casárih».
(-¿Dónde vas, buey, que no ares?
-A Los Casares.)
En Casares, antes que venga el día, antes que asome la festividad de los Reyes, sale un amplio cortejo de vecinos, presidido por el tamborilero, dispuestos a «cantá la arborá». Se ha tomado el aguardiente y se han comido las típicas «perruníllah», «bólluh» y «bóllah». Ahora se recorren las calles del lugar. Retumban las voces, repican las castañuelas, y la gaita deja escapar sus arcaicas notas bajo el carámbano de la helada y en la oscuridad de la noche. Cuando el sol se levanta, todos acuden a probar el limón, un plato muy tradicional de todas Las Hurdes. A la hora de la misa de Reyes, el cortejo de «la arborá» volverá a entonar sus cantos bajo las arquerías de la iglesia. Hay estrofas muy significativas:
«Las estrellas del cielo
cómo relucen
con el aceite que vierten
los de Las Hurdes.»
RAMOS
Prácticamente sólo quedan danzas de Ramos en el pueblo de Nuñomoral. Antes tuvieron mucha fama los Ramos de El Cabezo. En Nuñornoral se baila el Ramo de San Blas.
Dichas fiestas de San Blas se pierden en el túnel de los tiempos. Sus orígenes parecen ser claramente paganos, cristianizados posteriormente por la Iglesia. «El Ramu de San Brá» (Ramo de San Blas) es una auténtica danza dendrolátrica. Ocho danzarines, llamados «ramajéruh», presididos por «El Graciosu», bailan delante de un gran ramo de tejo, todo él adornado con cintas multicolores, roscos de pan, dulces caseros, botellas de vino, paquetes de tabaco..., que después del baile será subastado. El «Graciosu» va ataviado con pieles de macho cabrío; lleva cencerros colgados a la cintura y un gorro semejante a la mitra de San Blas.
Este baile consta de varias partes:
-En el interior de la iglesia, donde realizan las venias al Santo.
-Procesión, donde se ejecuta un baile rápido y muy cansado, con contínuos giros y reverencias a la imagen de San Blas.
-Ramo propiamente dicho, que, a su vez, tiene diversas secuencias:
-Los Saltos.
-Las Cruces.
-La Cadena.
En determinados momentos del baile callan las castañuelas, el tamboril y la gaita, y cada danzarín echa una «relación», que viene a ser un trozo romanceado de la vida de San Blas, aunque también pueden ser al modo de coplas, donde alguna persona agradecida al santo narra sus males o desventuras y cómo salió a flote de ellos gracias a la intervención de San Blas.
Los pasos de este baile son los conocidos como «pasos de vasco repicoteados», a excepción de unos curiosos saltos que se ejecutan en la primera parte de la danza.
PALOTEADOS
Sólo se conservan en Nuñomoral, aunque hay un serio intento por rescatar los de Casares de Las Hurdes, labor que está llevando a cabo el tamborilero Luis Guerrero Alonso.
Los paloteados de Las Hurdes reciben el nombre de «Paleos» y con gran frecuencia se denominan simplemente Como «La Danza».
El Paleo de Nuñomoral viene a ser un complemento del Ramo de San Blas, pues se baila a continuación de él y por el mismo grupo de danzarines, aunque hay años que las mozas o niñas bailan el Ramo y el Cordón, y los mozos o chavales bailan «La Danza».
Los danzantes de El Paleo se acompañan de un par de palos, que ,pueden ser de madroñera, de «ojillau», de castaño, etc. Los palos miden unos 50 cms. y se pintan de colores, casi siempre en tonalidades rojas. Los danzarines chocan .los palos con sus compañeros, dando lugar a diferentes coreografías, denominadas «calles», como son «la vuelta», «el cruzarse», «de espaldas», «molinete», «arcos», «chozo», «la cruz», etc.
Diferentes cantatas son adaptadas para «La Danza», aunque la más representada es «El Romance de Pacomio», algunas de cuyas estrofas dicen así:
«Por la jesa de La Jurde
triste Pacomio cabalga.
Mala traición le han jugado
los Nuños y las Aldanas.
Ay, Pacomio,
triste y solo yo te vi
en esas sierras tan agrias,
sin poder salir de allí.
Fatigado y con gran duelo
va subiendo una costana.
La silla de la su yegua
tinta de sangre quedaba.
Ay, Pacomio...
Heridas trae a montones,
la su espada trae abollada
de pelear con el moro
por las tierras de Granada.
Ay. Pacomio...», etc.
RONDAS DE MOZOS
Siguen perviviendo en todos los pueblos jurdanos. Destacan por sus arcaicas melodías las del pueblo de El Gasco. Esta aldea se esconde cerca del nacimiento del río Malvellido. Muere allí la carretera, encajonada entre impresionantes riscos pizarrosos. La aldea se asienta a las sombras del llamado «Picu Volcán» y cerca del «Chorro de La Miacera», impresionante cascada que se suicida a más de cien metros de altura.
Hasta hace muy poco vivió en El Gasco tío Eusebio (Eusebio Martín Domínguez), toda una institución en esta parte de Las Hurdes. Fue durante muchos años pastor de cabras, carbonero, hortelano y otro sinfín de oficios. Sus manos eran artesanía pura. Fabricaba cachimbas con madera de brezo, y otros menajes con madera de nogal. Tenía una memoria prodigiosa; era el auténtico y armonioso desván donde se almacenaban mil y un episodios acaecidos en estas tierras de Las Hurdes.
Tío Eusebio, acompañado de su viejo tamboril, nos cantó muchas rondas de mozos. Eran y son las rondas de mozos cantos cargados de retos y desafíos. No sólo es la letra la que delata tal carácter, sino fundamentalmente los «rejínchuh», llamados en otras partes «jigeos». Hace unos años, a veces los «rejínchuh» de algunos rondadores eran contestados por otras cuadrillas, lo que acarreaba frecuentes pendencias, que comenzaban a la voz de «¡quimera!, ¡quimera! ».
Tales rondas nocturnas, como sencilla y cálidamente nos expresaba tío Eusebio, tenían lugar los días de fiesta, después que la mocedad «jacía la carga de vinu u aguardienti en lah tabérnah».
Estas rondas cada vez irán a menos, debido fundamentalmente a la despoblación femenina (tremendo problema sociológico a corto plazo) que sufre Las Hurdes.
PASACALLES
Son toques instrumentales que, a diferencia de los toques procesionales, pueden ser cantados, ya que se acompañan de letra, casi siempre ciertas coplas o coplillas de asunto popular. La gente que camina con el tamborilero suele cantar, tocar las palmas y las castañuelas. Existen algunos pasacalles de los que sólo se conserva la música. Nadie conoce la letra. La única respuesta es que se ha heredado por tradición, que lo tocaban los tamborileros antiguos.
Los pasacalles se utilizan en numerosas ocasiones, pero siempre, tal y como indica su nombre, se tocan cuando se marcha por las calles del lugar. Cuando se marcha de una taberna a otra; cuando, en la ronda de los mozos, se abandona la puerta de una casa para ir a otra; cuando los compadres van de casa en casa, en cata de las perrunillas y el aguardiente; cuando, antes de venir el día, el tamborilero sale por las calles del pueblo anunciando tal o cual festividad...
COPLAS
Se designa con este nombre a una serie de cantares muy populares, que suelen agruparse en tres familias :
-Pliegos de Cordel o Coplas de Ciego: Son innumerables los que se cantan por Las Hurdes. No es de extrañar que tal vez sea esta comarca una de las que mayor número de este tipo de canciones guarde en su tradición. El hurdano ha sido un hombre que, en épocas de siega, salía, al decir de él, «por San Antonio a Extremadura; en julio, por La Armuña; y en agosto, a primeros, en Avila el centeno». y ocurría más de una vez que el segador jurdano, al regreso, aumentaba su despensa o su faltriquera pidiendo de pueblo en pueblo, ofreciendo a cambio una buena retahíla de coplas, en las que el crimen y la sangre eran los protagonistas centrales.
-Tonás: Hacen referencia a canciones desenfadadas, de corte picaresco, que cuentan sucesos acaecidos en la comarca o pueblos limítrofes.
-Romances: No se emplea casi nunca este nombre para designar verdaderas joyas romancísticas que se conservan en la zona, y que se remontan a siglos pasados, haciendo mención casi siempre a hechos históricos. Estos romances son llamados comúnmente «coplas».
Todas estas coplas se han cantado y todavía se cantan en numerosas ocasiones, que abarcan desde las noches de matanzas hasta las noches de «serano», cuando el personal se sienta a las puertas de sus casas para recibir la brisa del estío.
Existe otro tipo de coplas, prácticamente perdidas, que se cantaban de forma clandestina durante los domingos de la Cuaresma. En esta época, donde la prohibición de hacer baile era radical, salían mozos y mozas a las afueras del pueblo, sobre todo en los días festivos, al objeto de «retozá». Y consistía el «retozá» en ciertas «luchas», cargadas de carantoñas y melindres, que la mocedad entablaba en algunos prados o lugares aparentes. Había abrazos, besos en la cara... Ellos, los mozos, solían coger a las mozas por los pechos, y ellas, a los mozos, por los testículos. Pero tales revoltijos y amontonamientos se hacían sin malicia, pues si alguno se quería pasar, rápidamente sonaba el trallazo del bofetón de cualquiera de las mozas. El «retozá» terminaba con el juego del escondite, que era aprovechado por ciertas parejas, que ya eran consideradas como novios, para escabullirse juntos. Tanto al ir a «retozá» como al regreso era frecuente escuchar por los caminos las cadencias de coplas diversas, algunas con rica carga sensual, disimulada a través de ingeniosas metáforas populares.
CHARRAS
Son unos curiosos bailes que se ejecutan por el concejo de Pinofranqueado, municipio jurdano situado en el extremo suroeste de la comarca, donde ya los valles se vuelven más amplios y las pizarras se hacen menos agrias.
Viene a ser «la charrá» un baile acompañado de un toque instrumental, a base de flauta y tamboril. De las dos o tres charrás que conocemos no se conserva la letra de ninguna de ellas. No sabemos si tal baile carecía de letra, o tal vez se haya perdido; nadie canturrea una sola estrofa.
Aunque se notan pequeñas diferencias, la charrá del concejo de Pinofranqueado tiene mucho que ver con los llamados «picáuh jurdánuh» que se ejecutan por las zonas de Nuñomoral y Casares de Las Hurdes. El baile de la charrá venía a ser el que cerraba .los valseos que se celebraban los días festivos en las plazas o volvederos de los pueblos.
En los pueblos limítrofes a las Hurdes por su parte sur se conservan otras «charrás», con una estructura musical semejante. Es muy curiosa 1a que se baila en el pueblo de Aceituna.
DE MOLIENDA
Antiguamente, el pan que se comía por estas tierras era de centeno. Quien más y quien menos hacía un «rozu» en la sierra y lo sembraba de este cereal. El trigo era cosa de lujo, pues apenas si se cría entre las pizarras y la delgada capa de tierra cultivable de Las Hurdes. Todo lo más, a veces se cambiaba el aceite de Las Hurdes por la harina de Castilla.
Ya sólo restan ruinas de los curiosos molinos de centeno que existían por estas aldeas. Ruinas sobre las cuales, al decir del vulgo, canta con frecuencia «la gallaraza», «la garandulla» o «la gorulla», una rapaz nocturna que también se la conoce con el nombre de «pájaru de la muerti». Y son muchos los que cuentan que el lúgubre canto de este ave es auténtica premonición de muerte.
Camino de estos molinos se entonaban canciones «de molienda», cuya temática variaba desde lo festivo o picaresco a lo misterioso y tétrico. He aquí dos muestras de estos estilos diferentes:
1.-«El pueblo La Batuequilla
tiene un fuerte molinero,
que se carga con las piedras
cuando crecen los chorreros.
Morenas están las mocitas
con el polvo del serojo.
Blanquitas se pondrán pronto
con el polvo de los mozos.»
2.-«Y si vas al molino,
busca bien la madrugada;
mira que al pie del molino
ya canta la gallaraza.
Camino de los molinos
salen las apariciones.
Al Cristo de la Agonía
rezaremos oraciones.»
JOTAS DE DOS PASOS
Por tierras de Caminomorisco y Pinofranqueado acostumbran a bailar con relativa frecuencia la «jota de dos pasos». Cuando se observa la coreografía de esta jota, podemos percatamos de la sumisión de la hembra, que ejecuta el baile con la vista baja, sin alzar lo más mínimo los ojos, Lleva la mujer los brazos casi pegados al cuerpo. y mientras ella toca los pitos, el hombre zarandea las castañuelas.
Al compás de la flauta y el tamboril, la pareja da dos cortos pasos, en la misma dirección, en cada uno de los versos musicados. Se marca el llamado «paso de vasco asentado». Al llegar los estribillos, el baile se hace más rápido, y el hombre casi acorrala a la mujer, girando sobre ella. Ahora se acentúa el repiqueteo de los pies, que se cruzan y pespuntean con gran agilidad. Al dar las vueltas, o medias vueltas, la gracia está en que el hombre, en posición de espaldas, levante el pie y con el tacón del zapato sea capaz de levantar las sayas de la mujer. A medida que avanza el baile, el ritmo se vuelve muy ligero, intentando buscar el cansancio de los bailadores, por ver cuál es la pareja que aguanta más.
ALBORADAS DE BODAS
Son los cánticos que en la madrugada del día de la boda se les echan a los novios y a los padrinos. La mayoría de las alboradas de bodas de Las Hurdes guardan un gran paralelismo con otras muchas que se cantan en las zonas del antiguo reino de León. Son las tradicionales «Levántate, morenita» y «A la gala de la rosa, bella».
Un largo cortejo, formado por muchas personas que no han dormido en toda la noche, recorre, en compañía del tamborilero, las calles del lugar. Cuando el alba quiere romper, comienzan a dar la serenata a la puerta de la casa de los novios y sus padrinos. Se le cantan estrofas cargadas de consejos, sin que falten aquellas que se impregnan de una osada picaresca:
«La despedida te doy,
la que dio el zorro a la zorra:
que montándote a caballo
ya no quedarás machorra.»
Los cánticos se terminan cuando asoman por la puerta los que son rondados y sacan unos dulces caseros y unas botellas de aguardiente.
NANAS
En Las Hurdes, las nanas son cantadas tanto por mujeres como por hombres. Es cosa que no debe extrañarnos, ya que aquí los roles de la mujer y del hombre son muy parecidos. Vemos, por ejemplo, que las faenas del campo son ejecutadas por ambos sexos, sin que haya distinciones apenas entre los diversos trabajos agropecuarios.
De todas formas, no son muy corrientes las nanas en Las Hurdes. Resulta curioso que al indagar por ellas en ciertos pueblos, te contestan que «no hay cantárih d'ésuh, polque pa dormí a luh chiquinínuh lo mejó que hay eh dali únuh tantarantánih en el culu» (no existen cantos de esos, porque para dormir a los niños es suficiente con darle unos azotes en el culo).
Existen unas curiosas nanas que se acompañaban con un caldero percutido por un dedal. Por supuesto que el niño no puede estar en brazos de la persona encargada de arrullar , sino en esas típicas cunas, hechas de corcho, que muchas veces se colgaban del techo, por encima de la cama de los padres, a fin de que «el chiquinu se cimbrara con el su cuerpinu y no s'acordara préhtu» (el niño se meciera por sí solo y no se despertara cada dos por tres).
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NOTA: Mi más sincera gratitud, entre otros muchos, a los siguientes amigos jurdanos, los cuales me dieron material más que suficientes para escribir un amplio tratado de folklore sobre esta maravillosa comarca de Las Hurdes :
Casares de Las Hurdes: Argimiro Martín Martín, Estanislao Martín Domínguez, Jesús Martín Guillermo, Ismael Martín de Dios, Enrique Martín Vicente, Socorro Iglesias de Dios, María Magdalena Martín Martín y María Martín Domínguez.
Casarrubia: Baldomero Roncero Martín.
Avellanar : Agustín Vázquez Vázquez.
El Gasco: Eusebio Martín Domínguez.
Nuñomoral: Gregorio Martín Domínguez, Daniel Duarte Martín, Gregoria Canuto Martín, Pedro Alejandrino lemos, Manuela Azabal Silvestre, Jovita AIlejandrino Azabal, Cristina Velaz Iglesias...
El Cerezal: Emilio Miranda Luengo y Venancio Bonifacio Expósito.
Pinofranqueado: Francisca Gómez.
Las Erías: Francisco Sánchez Gómez, Juan Sánchez Sánchez, Pablo Sánchez, Marcelino Sánchez...