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Editorial
Por lo general, el carácter universal de los conocimientos se va enriqueciendo al hacerse localista y adquirir las variantes formales. Esto es casi una norma en el proceso de transmisión del acervo tradicional y sucede con todos los géneros que aglutinan las distintas vertientes de la actividad del ser humano: La oral, la imaginativa, la gestual y la material. El problema actual, lo hemos esbozado muchas veces desde estas líneas, no es el de la supervivencia de los géneros por su mayor o menor contenido, sino el de la crisis de un tipo de civilización que intenta adaptarse a otra nueva y mucho más efectiva: El mundo de la palabra está siendo agredido, invadido, desde hace décadas, por la cultura de la imagen. y esta lucha entre dos formas distintas de poner en escena los conocimientos está produciendo una alarmante disminución de la funcionalidad y, en consecuencia, de la puesta en práctica de todo aquel riquísimo material. Se impone la necesidad de informar urgentemente y con énfasis a las nuevas generaciones acerca de una herencia de cuyo valor, seguramente, no son conscientes o, como mucho, intuyen vagamente. Se precisan para el uso de los profesores (que son quienes ahora pueden testimoniar los viejos conocimientos a fin de que los jóvenes los seleccionen) manuales rigurosos y antologías cuidadosas que ayuden a situar y justipreciar toda esa sabiduría antigua en el marco de la sociedad actual.