Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
A mi madre.
ROMANCES
Se conocen en La Alberca (Salamanca) romances de tipo tradicional que no se han difundido, como la gran mayoría, por medio del canto, sino por medio de la recitación, ya que han formado parte del repertorio de oraciones que rezaban los niños al acostarse, guiados por alguna persona mayor de la familia.
Existía en La Alberca la costumbre de acostarse los niños con los abuelos y las niñas con las abuelas; antes de dormirse los pequeños, rezaban las oraciones en voz alta, ayudados por sus abuelos; unas oraciones poco convencionales, ya que no consistían en Padrenuestros. Avemarías, Salves o Credos, sino en recitar coplas piadosas, jaculatorias, fórmulas infantiles e incluso romances, a los que, muchas veces, se les añadían, en su final, versos piadosos, nacidos de la religiosidad popular. En estos rezos del final del día se producía también el mecanismo de la difusión tradicional de una poesía que servía al pueblo para rezar sus oraciones. Todas las muestras, tanto poéticas como narrativas, que aparecen en el presente trabajo proceden de Dolores Hernández Hoyos, de 63 años, mujer albercana que ha vivido siempre en el pueblo y que guarda una gran fidelidad a la cultura popular de la que forma parte.
Los romances, al recitarse como oraciones, son de tipo religioso. Este primero es una versión del milagro, tan conocido, que realiza Jesús Niño, quien con sólo morder una manzana (en otras versiones, que también circulan por La Alberca, se habla de una naranja y del “naranjel”) hace recobrar la vista al ciego:
ROMANOE DE LA VIRGEN Y EL CIEGO
Camina la Virgen pura
de Egipto para Belén,
con su Niño en los brazos
pidiéndole de comer.
Encontramos un manzano,
qué ricas manzanas tien,
hortelano que las guarda
ciego está, que no las ve.
-Ciego, dame una manzana
para mi Niño comer.
-Coja usted, la mi Señora,
coja usted las que quisier.
Las ramas bajas y altas
se le humillan a los pies,
la Virgen como era corta
nada más cortó que tres:
una le dio a su Hijo,
otra le dio a San José
y otra se quedó en sus manos
para la Virgen oler.
Muerde si Niño la manzana
y el ciego comenzó a ver.
-Ciego, ¿quién te dio la vista?
Ciego, ¿quién te ha dado el ver?
-Me lo ha dado si Rey del Cielo
y su Madre también.
Si el romance anterior es bastante conocido, no ocurre así con los siguientes, también religiosos, y que aluden a la Pasión de Cristo. Este primero es el más extenso y recuerda al Romancero de los Siglos de Oro por su lenguaje y por su estilo:
ALLI ARRIBA HAY UNA CRUZ
Allí arriba hay una cruz,
de cristal dicen que era,
con fuertes clavos de hierro,
diciendo de esta manera:
-Oh cruz excelente mía,
regalo de la inocencia,
¿cuándo llegará el día
que mis espaldas os vean?
-No digas eso, Hijo mío,
que me causa grande pena,
porque tengo prometido
de llevaros a una fiesta.
-Si lo tenéis prometido
id a cumplir la promesa.
Al subir una cuestita
y al bajar una barrera,
miró la Virgen pa atrás
y vio que no apareciera.
Dio voces a una casada,
le respondió una doncella.
-¿Has visto por aquí a un Niño
que ayer tarde se perdiera?
-Déme las señas de él,
yo acaso le dé las nuevas.
-Su frente es blanca y hermosa
y rubia la melenera,
unos zapatitos negros
y unas moraditas medias,
que en Belén se las comprara
y en Belén se las pusiera
y para ceñir su cuerpo
una muy linda correa.
-Ese tal Niño, Señora,
anoche llamó a mi puerta,
pidiendo, por Dios, posada
y yo, por Dios, se la diera.
Yo le puse
una colación de cena
y él me dijo que no,
que ayunaba la cuarentena.
Le puse una rica cama
con almohadas de seda
en el rincón más oculto
que yo en mi casa tuviera.
El Niño por cortesano
no quiso dormir en ella.
El suelo cogió por calma
y la cruz por cabecera.
A eso de la media noche
lo vi salir de mi puerta,
eché a correr tras de él
y me dijo
-Vete, mujer, a tu casa
y de mí no sientas pena,
que en el reino de los cielos
tienes la morada eterna
para ti y para tus hijos,
aunque no la merecieras.
En el anterior romance, desde el momento de la niñez ya se anticipa y se anuncia la pasión de Cristo. En el que sigue se nos habla del camino de la agonía. Separamos con unas lineas la parte final del poema, pues se trata de un añadido piadoso para el rezo, que ya no forma parte del romance propiamente dicho:
POR LA CALLE LA AMARGURA
Por la calle la Amargura
la Virgen se paseaba
toda cubierta de luto
que hasta los pies le llegaba.
Pasó por allí una mujer
que Marcela se llamaba.
-Dime la verdad, Marcela,
Dios te salvará tu alma,
¿has visto por aquí a mi Hijo,
Hijo de las mis entrañas?
-Por aquí pasó. Señora,
tres horas antes del alba;
una cruz lleva en sus hombros
de madera muy pesada,
una corona de espinas
que el cerebro le traspasa,
una soga lleva al cuello
lo que más le atormentaba;
con las ansias de la muerte
a mi puerta se arrimaba
pidiendo, por Dios, un paño
para limpiarse la cara,
tres dobleces tiene el paño,
tres caras dejó pintadas,
una envió para Belén,
otra a la Casa Santa
y otra envió para Roma
donde el Padre Santo estaba.
***
El que rece esta oración
todos los viernes del año
sacará un alma de pena
y la suya del pecado.
El que la sabe y no la dice,
el que la oye y no la aprende,
el día del Juicio Final
esta oración nos conviene.
Los dos romances que siguen tienen un idéntico principio, en el que únicamente se alternan los términos «castillo» y «portillo», y presentan todas las trazas de ser fragmentarios y con versos piadosos intercalados, que rompen hasta las asonancias. Aluden ambos a la salvación de los hombres por la pasión y muerte de Cristo:
ALLI ARRIBA HAY UN CASTILLO
Allí arriba hay un castillo
obrado de maravilla,
que lo obró el Rey del cielo
para la Virgen María.
En la ramita de avena
estaba la Virgen María
con su Niño en los brazos
dándole el pecho quería,
la leche como era dulce
el Niño se adormecía,
apenas quedó dormido
llora la Virgen María.
-¿Por qué llora usted, Madre?
-Lloro por los pecadores
del mundo y
por los que en el mundo había.
-No llore, Madre, por eso,
que yo me pondré en una cruz
y a todos los salvaría.
A aquel que quiera ser bueno
yo la glorta le daría
y aquel que quiera ser malo
yo culpa no le tenía.
***
ALLI ARRIBA HAY UN PORTILLO
Allí arriba hay un portillo,
nunca lo he visto cerrado,
se pasea una Señora
toda vestida de blanco,
el vestido que llevaba
todo lo lleva manchado,
se lo manchó Jesucristo
con la sangre del costado.
Jesucristo era mi padre,
Santa María mi madre,
los ángeles mis hermanos,
me llevaron de la mano,
me llevaron a Belén,
me pusieron en una fuente,
me pusieron en cruz y en frente
pa que el diablo no me tiente
ni de día ni de noche
ni a la hora de mi muerte.
He aquí otra muestra poética, ya no religiosa, sino profana, de temática amorosa, y no en el molde métrico del romance, sino en el de las coplas de arte menor. También recogida por vía tradicional, aunque recuerda a los Siglos de Oro; téngase en cuenta que la literatura culta de esa época tuvo una recepción fluida y entusiasta por parte del pueblo, que la hizo muchas veces suya, la memorizó y la transmitió oralmente. Este poema parece ser también una muestra fragmentaria:
UN PAJARITO VOLANDO
Un pajarito volando
lleva en el pico un letrero
con letras de oro que dicen
«Soy de amores prisionero.»
Marinero que navegas
los mares con ligereza,
dime si puedo llegar
a ver presto su belleza.
Una fragata argelina
A mi dama cautivó,
aunque me cueste la vida
he de rescatarla yo.
En la escuela de Cupido
tengo de tomar lección
por ver si hay en el mundo
quien te estime más que yo.
Una niña me miró
y yo me quedé cautivo,
válgame Dios lo que pueden
las cadenas de Cupido.
Por fin, para terminar con la poesía, damos otra muestra de romance profano, con trazas de ser fragmentaria, sobre la unión de Isabel y Fernando el Católico:
ERASE UNA PRINCESITA
Erase una princesita
de las pocas que se ven
que cara y alma tenía
más de ángel que de mujer
Por verla vino a Castilla
un príncipe aragonés,
que enamorado no vino
y enamorado se fue.
-Caballeros de mi corte,
dijo el príncipe al volver,
corred, corred a Castilla,
a la princesa Isabel
mi corazón y mi reino
de rodillas ofreced.
Unidos dos corazones,
se unen dos reinos también
y el moro a la morería
pronto tendrá que volver.
Casaditas y solteras,
de esta señora aprended;
ella borda y ella cose
las camisicas del rey.
De oro son sus tijeritas
y sus agujas también
pero aunque sean de oro
trabajo cuesta coser...
CUENTOS
Los cuentos que a continuación mostramos los hemos recogido también a Dolores Hernández Hoyos. Dos de ellos son religiosos y tienen por protagonistas a frailes, aunque uno tiene un tono devoto, y el otro, picaresco; los otros dos, profanos, desarrollan historias de animales.
Este primero, por su asunto, puede ser emparentado con el milagro número IX, titulado “El clérigo ignorante”, de los Milagros de Nuestra Señora, de Gonzalo de Berceo:
EL FRAILE IGNORANTE
«Había una vez un convento de frailes y había uno, entre todos los frailes, que no sabía ni leer ni escribir, ni había aprendido a hacer nada, y todos se reían de él, pues sólo sabía decir: «Ave, María.» Iba a la iglesia, y la oración suya era siempre: «Ave, María. »
«Cuando ya fue viejo, se murió y lo enterraron; como era lego, le cavaron el hoyo en un rincón del jardín del cementerio. Al poco tiempo, en el lugar de su tumba, salió una flor que decía: «Ave, María. » Nadie la había visto, pero paseando un día el prior del convento por el jardín del cementerio, vio allí una flor muy bonita que decía: «Ave, María.» Entonces fueron a ponerla en el sitio principal del jardín, donde más se viera. Y para sacarla fueron excavando, excavando y vieron que salía la raíz de la boca del fraile; entonces tuvieron que desenterrarle y ponerle donde todos le vieran. Y cayeron en la cuenta de que, aunque sólo sabía decir «Ave María», pues también Nuestro Señor le reservaba para algo bueno.»
En el siguiente cuento, también de frailes, se nos presenta el hecho de un sermón desde tres puntos de vista: el hecho en sí, tal y como ocurre; el hecho interpretado por uno de los personajes que lo realiza (interpretación vulgar), y, por el otro (interpretación teológica) .La exposición de estos tres puntos de vista da lugar a un breve relato humorístico y desenfadado:
EL SERMON DEL FRAILE
«Dice que era una vez un fraile que tenía que predicar un sermón por señas y no sabía, y estaba todo apurado. Entonces, entró en la cocina y le dijo el cocinero:
-Yo voy y te digo.
Fue el prior y le puso un dedo, y el fraile, pues, dice que le puso dos dedos. Entonces, fue el prior y le puso tres, y el fraile fue y le puso la mano entera. El prior le puso una manzana. Entonces, fue el fraile y le puso un trozo de pan, ya que metió la mano en el bolso a ver qué tenía y salió un cacho de pan y se lo enseñó al prior.
El fraile fue para el convento y le dice:
-¿Qué te parece qué sermón ha sido? Me dijo que me metía un dedo por el culo, entonces yo le dije que le metía dos. El me dijo que tres, pues yo que la mano entera, cinco. Y me sacó una manzana, pensaría que tenía hambre; entonces, fui yo y le saqué un cacho de pan. Y estuvo bien el sermón.
Ahora el prior entró y dice:
-Qué buen sermón me ha dicho. Me lo ha interpretado muy bien. Yo le dije que había un solo Dios verdadero, y él me dijo que había dos, Padre e Hijo. Yo le dije que había tres personas distintas, y él me enseñó la mano, que era una mano poderosa. Entonces. yo le saqué una manzana, con la que pecaron Adán y Eva, y él me sacó un trozo de pan, el de la Eucaristía.
E interpretaron los dos el sermón de esa manera.»
Y pasamos a los cuentos profanos, protagonizados por animales. En este primero, como en la fábula, se oponen astucia e ingenuidad; aunque en su desenlace la zorra tiene que pagar caras sus tretas. Es de destacar en él el uso afectivo de los diminutivos:
LA AGUILITA Y LA ZORRA
«Era una aguilita, que tenía en la copa de un árbol el nido, y tenía tres hijitos. y un día fue la zorra y le dijo:
-Aguilita, si no me echas un hijito, con la punta del rabo te corto la encina y te los como todos.
Le echó un hijito, y la aguilita se quedó suspensa y llorando. Fue otro día y le volvió a decir:
-Aguilita, si no me echas un hijito, con la punta del rabo te corto la encina y te los como todos.
Y se lo echó. Ya nada más le quedaba que uno y se puso a llorar. Y pasó por allí el aguilón y le dijo:
-Aguilita, ¿por qué lloras?
-Porque ha pasado la zorra y me ha dicho que, si no le echaba un hijito. con la Punta del rabo me cortaba la encina y me los comía todos, y sólo me queda uno y ya me ,ha comido dos.
Entonces le dijo el aguilón:
-Cuando vuelva, le dices que con la punta del rabo no se corta la encina, que se corta con un azaón, con un segurón, y no le echas más hijitos.
Volvió la zorra al otro día y le dijo:
-Aguilita, si no me echas un hijito, con la punta del rabo te corto la encina y te los como todos.
Y le dice la aguilita:
-Con la punta del rabo no se corta la encina, que se corta con un azaón, con un segurón.
-¿Quién te lo ha dicho?
-El aguilón.
-Cuando lo vea, lo como.
Y estaba un día el aguilón en un prado comiendo y llegó la zorra, y le dice:
-Que te como, que te como; aguilón, que te como.
Y le dice el aguilón:
-No me comas. Zorrita, no me comas, y te llevo a unas bodas al cielo.
-y ¿dónde me llevas?
-Encima de mí.
La subió, se subió encima del aguilón; iba subiendo, subiendo el aguilón y, cuando ya estaba cerca del cielo, empezó el aguilón:
-Que te tiro, que te tiro.
-No me tires, aguilonito, no me tires.
-Que te tiro, que te tiro.
Fue y la tiró. Iba diciendo la zorra, según bajaba:
-Aparta, guijarro, que me espiparro; aparta, guijarro, que me espiparro. Si de ésta escapo y no muero, en lo que yo viva no quiero más bodas al cielo.»
Y terminamos esta recopilación con el gallo zaragozano, que va a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado, conocido en otras versiones como el gallo Quirico, que va a la boda de su tío Perico. Un cuento tradicional de sobra conocido, en el que las retahílas a medida que va avanzando el relato se van complicando, hasta terminar con un rasgo de humor obsceno:
EL GALLO ZARAGOZANO
«Era una vez un gallo zaragozano, que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado. En el camino se encontró una cagada, y dijo:
-Si pico, me ensucio el pico; y si no, me quedo con ganas.
Fue y picó, y se ensució el pico.
Fue más allá y encontró una malva y le dijo:
-Malva, límpiale el pico al gallo zaragozano que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado.
-No quiero.
Fue más allá y encontró a una cabra.
-Cabra, come a malva, porque malva no quiso limpiarle el pico al gallo zaragozano que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado.
-No quiero.
Fue más allá y encontró a un lobo.
-Lobo, come a cabra, porque cabra no quiso comer a malva, porque malva no quiso limpiarle el pico al gallo zaragozano que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado.
-No quiero.
Fue más allá y encontró a un perro.
-Perro, come al lobo, porque el lobo no quiso comer a cabra, porque la cabra no quiso comer a la malva, porque la malva no quiso limpiarle el pico al gallo zaragozano que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado.
-No quiero.
Fue más allá y encontró un palo.
-Palo, pega a perro, porque perro no quiso comer al lobo, porque el lobo no quiso comer a la cabra, porque la cabra no quiso comer a la malva, porque la malva no quiso limpiarle el pico al gallo zaragozano que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado.
-No quiero.
Fue más allá y encontró una lumbre.
-Lumbre, quema a palo, porque palo no quiso pegarle al perro, porque el perro no quiso comer al lobo, porque el lobo no quiso comer a la cabra, porque la cabra no quiso comer a la malva, porque la malva no quiso limpiarle el pico al gallo zaragozano que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado.
-No quiero.
Fue más allá y encontró al agua.
-Agua, apaga a lumbre, porque lumbre no quiso quemar al palo, porque el palo no quiso pegarle al perro, porque el perro no quiso comer al lobo, porque el lobo no quiso comer a la cabra, porque la cabra no quiso comer a la malva, porque la malva no quiso limpiarle el pico al gallo zaragozano que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado.
-No quiero.
Fue más allá y encontró a un asno.
-Asno, bebe al agua, porque el agua no quiso apagar a la lumbre, porque la lumbre no quiso quemar al palo, porque el palo no quiso pegarle al perro, porque el perro no quiso comer al lobo, porque el lobo no quiso comer a la cabra, porque la cabra no quiso comer a la malva, porque la malva no quiso limpiarle el pico al gallo zaragozano que iba a la boda de su hermano bien peinado y bien lavado.
-No quiero.
Y ahora que es un burro, alzale el rabo y bésale el culo.»