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I
Publio Hurtado, en el año 1902, se refería a un curioso ceremonial conocido con la denominación de pase por la mimbre y que se practicaba en las localidades de Cheles, Malcocinado, Valverde del Fresno y Tornavacas: «Un Juan y una María llevan al niño herniado al sitio en que vegeta un mimbrero (salix vitaminalis) que se ha elegido para la ceremonia, y en tanto que ella lo desnuda, él hiende de arriba abajo uno de los tallos más grandes de la amantecea. Con los dos ramales en que ha quedado dividido, atados por sus extremidades superiores, forma un arco o círculo, y mientras dan las doce, pasando tres veces de un lado al otro por el arco, repitiendo este mítico dialogismo:
-Toma allá, María.
-¿Qué me entregas, Juan?
-Un niño quebrado.
-¿Quién lo sanará?
-La Virgen María
y el Señor San Juan
y algunos añaden:
y las tres personas
de la Santísima Trinidad.
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Amén.
Hecho esto, y mientras vuelve a vestir al rorro, su camarada Juan torna a unir los dos ramales del tallo hendido, y los liga fuertemente con una ligadura o hilo de algodón. Si las dos partes del mimbre unidas de esta suerte se consolidan en una sola, es señal de que el niño curará de la hernia. La ritualización se lleva a cabo en la noche de San Juan (1).
Por mi parte, puedo afirmar que solamente Cheles y Malcocinado participan en su totalidad de lo descrito por Hurtado, no ocurriendo así con las otras dos localidades. En Valverde la novedad consiste en que durante el tiempo que dura el ritual ha de permanecer encendida al lado del mimbrero una lámpara de aceite, dicen que para que San Juan se oriente y acuda a aquel lugar para remediar al herniado. La camisa sucia que luego se le quita al niño es convertida en jirones para unir las partes de la rama hendida.
En Tornavacas los oficiantes son tres hombres llamados Juan y una mujer llamada María. Un Juan parte el arbusto en dos ramales, sujetando las puntas los otros Juanes, con el fin de lograr una horca de aproximadamente noventa grados de ángulo. María se pone a un lado y el primer Juan al otro, pasándose tres veces al niño herniado por la abertura, completamente desnudo, e intercambiándose estas frases:
-Tómalo, María.
-Dámelo, Juan.
-Malo me lo diste
y sano ya está.
Acto seguido atan fuertemente los dos ramales con una liga de María. Se regresa al pueblo sin volver la vista y, lo mismo que en la ida, completamente en silencio. Al llegar a la casa del herniado, la María se lo entrega a la madre, que permanece por dentro de la puerta, entablándose un breve diálogo:
-Dame el niño,
que bueno está.
-Porque Dios lo quiso
y el señor San Juan.
La madre del niño pone fin al ritual regalándole a la María un par de ligas nuevas y una redecilla o cinta para el pelo, estando obligada la mujer a llevarla puesta hasta que el pequeño muestre síntomas de curación. La prueba más clara de que el niño sanará la constituye el que al cabo de treinta días las partes de la horca hayan soldado. El lugar donde se encuentra el mimbrero es mantenido en secreto para evitar la posible manipulación por personas de malos quereles, ya que romper la ligadura condenaría al niño a sufrir la hernia de por vida.
II
Vayamos a Badajoz. En Cabeza de Buey el ritual se presenta con una especial dramatización. Bastan dos hombres, uno llamado Juan, que es quien viste y desviste al pequeño, y otro llamado Pedro, que se encarga de hendir y de ligar el arbusto. El pase del enfermo se acompasa al ritmo de las palabras de los oficiantes, que han de repetirlas por tres veces:
-Dámelo, Pedro
-Tómalo, Juan.
El silencio ha de ser total desde que se sale del pueblo hasta que se regresa. Hasta finales del pasado siglo la ceremonia también era factible que la llevaran a cabo dos doncellas llamadas María, que acudían completamente vestidas de color blanco (2).
En la capital pacense, en las últimas décadas del siglo XIX, se le ponía remedio a la quebradura mediante el pase por la mimbre. Sin embargo, no mucho después la actuación mágica fue relegada al olvido (3), aunque entre las clases populares la creencia en el poder salutífero del arbusto se resistió a morir, como lo prueba el hecho de que el ritual siguiera ejecutándose aisladamente hasta por lo menos 1910. El procedimiento era el ya indicado por Publio Hurtado. En San Vicente de Alcántara los dos oficiantes, Juan y María, esperan a que den las doce de la noche para iniciar la operación salutífera. Mientras que suenan las campanadas cortan la mimbre y desnudan al herniado. Al dar los toques del reloj pasan al niño por tres veces, diciéndose el uno al otro:
-María, este niño te entrego malo;
por el señor San Juan,
devuélvemelo sano.
-Juan, este niño te entrego malo;
por l señor San Juan,
devuélvemelo sano.
Cuando la mimbre una sus mitades el niño estará completamente recuperado. En La Codosera y en Alburquerque se ha seguido un procedimiento igual al anterior, aunque en aquellos lugares se crea una dependencia directa entre el arbusto y el niño curado. En el supuesto de que la mimbre fuera cortada, la hernia se reproduciría en el antiguo paciente. La dependencia indicada alcanza tales extremos, que, al menos en La Codosera, se ha llegado a creer que la muerte del arbusto produciría la muerte instantánea del niño, y viceversa.
No en todas partes el silencio de los oficiantes es indispensable para conseguir el éxito deseado. El ejemplo lo tenemos en Valencia de Mombuey. Al niño herniado lo conducen al sitio donde con antelación se ha elegido una mimbrera. En la marcha participa buen número de jóvenes, entre parientes y amigos, y el acto se convierte en una auténtica fiesta en la que no cesan los cantos, el baile y los sonidos de los instrumentos musicales. Las letras que se entonan aluden a la fecha concreta en que se está, sobre todo al sueño de San Juan, esa creencia que supone que el Bautista duerme sin interrupción por espacio de tres días:
Esta es la tonadilla
que vamos a llevar,
para la fuente santa,
la noche de San Juan.
De San Juan a San Pedro
van cinco días;
cinco mil son las penas
tuyas y mías.
San Juan Evangelista
le dijo al Señor:
-Señor, ¿cuándo es mi día?
-San Juan, ya pasó.
Si San Juan supiera
cuándo era su día
los cielos con la tierra
se juntarían.
Cuando se ejecuta el ritual propiamente dicho todos callan, a excepción de los oficiantes, que, al igual que en los casos precedentes, se hacen llamar Juan y María, y que por tres veces repiten:
-Tómalo, María.
-Tómalo, Juan.
-Que Dios lo cure.
-Que lo cure San Juan
Tras el ritual, que se efectúa cuando el reloj da las doce, al niño le vendan la parte afectada por la hernia, dando por seguro que la mimbre y el fajamiento obran el milagro. El ligamento del herniado como punto final de la ritualización no debió de faltar en ninguna de las poblaciones que ejecutaban el acto mágico. No obstante, sólo en Monesterio y en Zarza de Alange he observado una conexión de simpatía entre tres de los aspectos esenciales del procedimiento curanderil: hernia, mimbre y vendaje. En ambos pueblos la quebradura sana cuando la mimbre se suelda y cuando la cinta de lino con que se faja la zona dolorida se pudre. Dicha venda, en Zarza de Alange, se le quitaba ala criatura una vez llevada a casa, siendo sustituida por otra. La primera de las cintas se enterraba en estiércol para acelerar su putrefacción. La cinta usada en Monesterio previamente debía adornar algún altar callejero el día del Corpus.
Mayor complejidad que en Valencia de Mombuey presenta el ceremonial en Maguilla. Todos los niños herniados son reunidos al oscurecer a la puerta de la iglesia para, desde allí, acompañados de gran número de vecinos, entre los que no faltan los jóvenes de ambos sexos, dirigirse bailando, cantando y bebiendo alcohol hasta una mimbrera. La juerga no cesa hasta la media noche. A las doce en punto se desnuda a los pequeños y se abre para cada uno de ellos la correspondiente mimbre, siendo agarrados los extremos de las varas por los clásicos Juan y María, de manera que formen un arco. Otro Juan y otra María pasan al niño por el aro las tres veces de rigor, al tiempo que recitan estos versos:
-Tómale, María.
-¿Qué me entregas, Juan?
-Un niño quebrado.
-¿Quién la sanará?
-La Virgen María
y el señor San Juan.
-Y las tres personas
de la Santísima Trinidad:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Algunos oficiantes, como complemento a las frases anteriores, o en sustitución de las mismas, entablan un diálogo:
-Ven con Dios. María.
-Ven con Dios, Juan.
-¿Qué traes ahí?
-Un niño quebrado.
-San Juan y la Virgen
nos lo den sano.
-Y las tres personas
de la Santísima Trinidad:
Padre, Hijo y Espíritu Santo (4).
También en Maguilla se atan las mimbres y se confía plenamente en que si sueldan sus partes la curación será total. Lo descrito para esta población debe aplicarse por igual a Berlanga, Azuala, Ahillones, Valverde de las Torres y Hornachos.
En Alange y en Ribera del Fresno la tradición manda llevar al niño hasta un mimbrero que crezca al pie de un arroyo y sumergirlo en el agua antes de pasarlo por la hendidura. Posteriormente la mimbre y el pequeño son vendados. La curación ha de darse en ambos al mismo tiempo. En Usagre se busca una acequia que acoja una mimbre en su orilla. Hasta allí van el niño herniado y los tantas veces citados Juan y María. Estos estarán casados entre sí. A las doce en punto de la noche, Juan y María se introducen en el agua con el pequeño desnudo en los brazos. Por tres veces lo chapuzan y se lo pasan el uno al otro, no olvidando este recitado:
-San Juan bautizó a Cristo
y Cristo bautizó a San Juan,
en el río del Jordán,
y era que Dios lo veía.
-Pásamelo, Juan.
-Pásamelo, María.
No hay en este caso pase por la mimbre. Al niño lo visten con ropas nuevas y arrojan a la laguna las prendas que se le quitaron antes de meterlo en el agua. El fajamiento del pequeño hay que realizarlo a los pies del mimbrero, dándose el hecho de que la venda empleada ha de fabricarse en el mismo lugar utilizando como materia prima una camisa sucia del niño.
III
Acerquémosnos a Cáceres. En Las Hurdes se pierde ya la unidad que se daba en la provincia de Badajoz respecto a la especie vegetal. La mimbre se ve sustituida por una serie de árboles y de arbustos, siendo el vástago de guindo la planta predilecta para el ritual. Por los concejos de Caminomorisco y de Casares de Hurdes la operación se realiza en la noche de San Juan e intervienen en ella un Juan y una María. Se hiende la rama y se atan los extremos entre sí de manera que formen un arco, por el que pasan al niño desnudo tres veces, diciendo en cada ocasión:
-Toma, María.
-Toma, Juan.
-Que lo cure la Virgen María.
-Que lo cure el santo San Juan,
La rama hendida se ata fuertemente, ya que sus partes deben soldar para que la hernia cure con rapidez. La vuelta a casa se hace en silencio, caminando Juan detrás de Maria, que llevará en brazos a la criatura. En El Gasco, antes de pasar al herniado por entre la raja de la mimbre han de santiguarlo por delante y por detrás. Juan y María se intercambian las siguientes palabras:
-Tómalo, María.
-Tráelo pacá, Juan.
Malo me lo entregas.
sano te lo he de dar.
-Tómalo, María.
-Tráelo pacá, Juan.
-Malo te lo entrego,
sano me lo has de dar (5).
En Vegas de Coria, en Rubiacos, en Batuequilla, en Aceitunilla, en Horcajada, en Arrolobos, en Las Mestas, en El Cabezo, en Ladrillas y en Ríomalo de Arriba buscan un guindo que forme una horca natural, y a través de ella pasan al niño, siendo los oficiantes sus padres, que tomarán para la ocasión las nominaciones de Juan y María. He aquí el corto diálogo que por tres veces repetirán:
-Tómalo, María.
-Dácalo, Juan.
Después del pase vendan al pequeño la zona afectada. Una curandera de Vegas de Coria, hacia los años veinte, recetaba que sus pacientes fueran pasados por «un guindo con jorcaja», ya que sólo mediante tal procedimiento «el muchachinu sana y se despena». La buena señora recomendaba para tal menester la noche de San Juan u otra cualquiera que hubiera luna llena (6).
Por los retoños de álamos o de chopos se inclinan los habitantes del ayuntamiento de Pinofranqueado. El ceremonial lo llevan a cabo los padrinos del herniado o un Juan y una María. Antes de producir la hendidura han de rezar, puestos de rodillas, un Credo y un Avemaría. Por tres veces pasan al enfermo por el hueco, repitiendo en cada una de ellas las frases de rigor (si los oficiantes son padrinos, se llamarán Juan y Juana):
-Toma, Juan
-¿Qué me das, Juana
-Un niño quebrao
que lo quiero sanao.
-Pásamelo pa este lao.
A continuación se viste al niño, se le santigua y se ata el árbol con una corteza de planta de otra especie. Luego habrá que esperar que el retoño se seque para que el pequeño sane.
Similar a la última operación es la que se realiza en Nuñomoral y en algunas alquerías próximas. En El Cerezal la hendidura solía vendarse con una tela rociada con agua bendita. Los pueblos ribereños al curso alto del río Asparaban buscan en el brezo el remedio para la quebradura. Por tres veces un Juan y una María pasan al niño herniado por encima del arbusto, sin olvidar la formulilla correspondiente:
-Ten, Juan.
-Toma, María
Al niño lo fajan con una tela que hubiera pertenecido a los calzones de algún Juan. El ceremonial se lleva a cabo con el máximo sigilo y en completo silencio. Incluso se mantiene secreto respecto al sitio donde se encuentra el brezo utilizado, por temor a que las envidiosas actúen negativamente sobre él y dificulten o hagan imposible la curación de la hernia. Este mismo miedo se constata en Aceitunilla y en Vegas de Coria.
En los pueblos de la Tierra de Granadina eligen un galapero (peral silvestre). En Ahigal, a media noche del 23 de junio, un Juan y una María marchan al lugar en el que previamente han localizado un galapero nuevo. Con un hacha el hombre raja el tronco de un solo tajo, mientras que la mujer desnuda al rorro. Seguidamente comienza el pase por la abertura, al tiempo que se dicen:
-Tomáilo pallá, Juan.
-María, ¿qué me das?
-Un niño quebrao
que quiere sanar,
por los tres clavos de Cristo
y la Santísima Trinidad:
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Los pases se repiten por tres veces, coincidiendo con las campanadas del reloj. Cuando en el pueblo no había reloj público, el sacristán se encargaba de emitir el mismo número de toques desde la torre de la iglesia, hasta el punto de que la campana que se utilizaba para tal menester era conocida con el nombre de esquilón de San Juan. Seguidamente visten al pequeño y lo tienden en el suelo durante el tiempo que el hombre tarda en atar la hendidura del galapero con un trozo de lana, un jirón de la camisa del enfermo y una liga de su madre, dejando dentro de la grieta un pequeño fragmento de una prenda del herniado. La vuelta al pueblo se hace por un camino distinto, sin dirigirse la palabra y rezando para sus adentros la oración de San Juan. Al llegar a la población lavan al niño en la laguna del Lejío y después lo llevan a su casa para que lo fajen con unas cintas sacadas de un paño sobre el que haya reposado la custodia que se pasea por las calles el día del Corpus Christi. Si al cabo de unos días el galapero no se ha secado es síntoma de que el niño sanará, aunque la curación no será completa hasta que no se haya descompuesto la reliquia de tela que se dejó como testigo en la hendidura (7). En este caso, como también ocurre en Cerezo y en Mohedas de Granadilla, la función de María convendría realizarla a la mujer que hizo de partera en el nacimiento del niño ahora herniado.
Por el aro formado por dos ramas de acehuche pasan los correspondientes Juan y María a los quebrados de Serradilla. El diálogo que mantienen sigue modelos anteriores:
-Ten Juan.
-Toma, María.
-Toma, Juan.
-Ten, María.
-Que se vaya la hernia
donde venía.
-Por el santo San Juan
y por la Virgen María.
En Guijo de Galisteo una higuera boba (bravía) tiene la virtud de recuperar al herniado. El mecanismo es semejante a los de otros pueblos extremeños. Se hiende el árbol con un hacha, y por la horca formada pasan al enfermo los inseparables María y Juan, pronunciando esta sencilla fórmula:
-Toma, María.
-Juan, ¿qué me das?
-Un niño quebrado.
-¿Quién lo sanará?
-El señor San Juan.
La higuera ha de secarse para que el niño se vea libre de la hernia.
En Aldehuela de Jerte se atravesaba un roble joven verticalmente, procurando mantener abierta la brecha por medio de un guijarro o de una cuña de hierro. El sajo ha de hacerse a la media noche. Juan y María se colocan frente a frente, separados por el roble. El niño es pasado completamente desnudo del uno al otro, no por la hendidura, sino por ambos lados del tronco. Los pases se repiten tres veces, lo mismo que la formulilla dialogada que acompaña al ritual:
-¿Qué me das, María?
-Un niño quebrao.
-Dámelo por el otro lao.
-Qué me das, Juan?
-Un niño quebrao.
-Dámelo por el otro lao.
Al instante el pequeño es remuáu con ropas sin estrenar. De la camisa que se le quitó se corta un trozo que se introduce en la hendidura, quedando aprisionado al extraer la cuña. Con el resto de la camisa se confeccionan «in situ» unos vendajes y fajan la zona dolorida de la criatura. Al finalizar la operación; los dos oficiantes dicen aun tiempo:
Por las tres personas
de la Santísima Trinidad,
por San Juan Bautista
y por la Virgen María,
un Padrenuestro y un Avemaría
Conforme el testigo de tela vaya pudriéndose la hernia irá remitiendo en intensidad, aunque para que la curación sea completa es necesario que suelde la parte abierta del roble.
Junto a la ermita torrejoncillana de San Pedro había una encina con un hueco que atravesaba el tronco de lado a lado. En la noche de San Juan trasladaban hasta ella a todos los herniados para efectuar el pase por el agujero. Por cada pequeño actuaba un Juan y una María. Se decían estas palabras:
-Yo te doy un niño quebrao
-Yo te lo doy entero
-Por el señor San Juan
y por el señor San Pedro.
Por tres veces se repetía el pase. Luego se vestía a los niños, les vendaban la quebradura y colgaban de la encina algunas prendas de los pequeños, volviendo a casa en silencio.
En Aldeanueva de la Vera el pase ha de efectuarse por la horca natural de un plantón de guindo, al igual que en Jarandilla, en Pasarón y en Piornal. Estas son las frases que en la ritualización se intercambiaban los susodichos Juan y María:
-Dámelo, María.
-Dámelo, Juan.
-Malo me lo distes.
-Sano te va.
III
No sólo los árboles aglutinan estas prácticas sanatorias de San Juan. Hay otros elementos que persiguen idéntico fin. Vemos cómo los extremeños atribuyen una gran fuerza profiláctica y curativa a las hogueras que se encienden en la noche del 23 de junio. Saltando tres veces seguidas sobre las llamas o por entre el humo, es suficiente para verse libre de las más insospechadas enfermedades. Los niños son pasados como prevención de la hernia o, si ya tuvieran el mal, como remedio salutífero. En un informe de Ahigal leemos sobre el mecanismo sanador: «A la puerta de la casa se hace una lumbre con romero seco del Corpus Christi, que si en ella hay un muchacho quebrado, se ha guardado con devoción, ya que fue bendecido y santificado con el paso de la Eucaristía. Los hierbajos olorosos se apilan en un montón pequeño y se mojan para que no salgan llamas y sólo el humo llene el aire del aroma del romero. El lloroso y encogido muchacho se pasa del padre a la madre, y de la madre al padre, y nuevamente del padre a la madre, y va desnudo para que el humo lo envuelva y toque su piel cuando pasa de los brazos de uno a los brazos del siguiente, y se dicen tres veces unos versos, que son estos:
Por aquí pasó San Juan,
yo no la vi,
y él me vio a mí,
y la mala hernia
se la llevó de aquí.
El poder milagroso de San Juan hará que los desconocidos padres vean cómo la hernia desaparece, aunque los más incrédulos digan que todo ese milagro se debe a la virtud del romero, que hace una fogata medicinal (8).
En Santa Cruz de Paniagua y en Marchagaz, en esa noche, toman al niño herniado y la llevan al lugar donde crece una junquera. «Andi hay juncus, hay yerba verdi», dicen en ambos pueblos. El infante es tendido, desnudo, en el suelo y sobre él salta tres veces un matrimonio casado en el año. Los cónyuges se hacen llamar Juan y María, y recitan la siguiente formulilla:
-Dilme la oración, Juan.
-San Juan el Bautista
en el libro dejó escrito
qu’en el día de San Juan
se curen todos los niños.
-Qu’es por gracia de Dios.
y por San Juan bendito.
-Dilme la oración, María.
-San Juan el Bautista
en el libro dejó escrito
qu’en el día de San Juan
la Virgen cura a los niños.
Luego, mientras María se entretiene en vestir al herniado, Juan cava con una azada toda la parte del suelo que ocupara el cuerpo tendido del niño. La hernia desaparecerá en el instante que la hierba cavada se haya secado.
A principios de siglo aún se conservaba en Aldeanueva del Camino una curiosa costumbre para la curación de la hernia, coincidente con la festividad de San Juan. El enfermo tenía que agarrar por las orejas a un perro blanco recién muerto, perro que luego se pasaba tres veces por encima del niño tendido en el suelo. La hernia se iba curando conforme el animal se pudría colgado de un árbol.
En Casillas de Coria, en Cahorrilla y en Pescueza en la curación influía la inmersión. Un Juan y una María, portando faroles y en absoluto silencio, se acercaban a una charca con el herniado. María ponía la luminaria en el suelo y desnudaba al pequeño, al tiempo que Juan bordeaba la laguna y se iba a situar frente a su compañera, a la que esperaba. María, con el rorro en brazos, atravesaba a pie la charca y se dirigía hasta donde la aguardaba Juan, al que entregaba el niño, diciéndole:
En el río del Jordán
Cristo curó el venial,
y se lo quitó San Juan.
Que cure el niño su mal
en el agua de San Juan.
A continuación María bordeaba la charca e iba a situarse en el punto en que había dejado su farol; es decir, en el lugar donde había desnudado al pequeño y desde el que inició el paso. Juan debía atravesar la laguna y entregarle la criatura a la compañera oficiante. Sus palabras eran las mismas. El ritual se repetía por tres veces y finalizaba con un baño del niño.
En la Sierra de Gata, en la madrugada de San Juan, acuestan al niño en la pala de introducir el pan en el horno, y lo sujetan con cintas para impedir su movimiento. Las cintas han debido estar colgadas al sereno para impregnarse de las virtudes del rocío sanjuanero. Lo meten y lo sacan por la boca del horno, previamente apagado, un número impar de veces igual o superior a tres. En el ceremonial intervienen los correspondientes Juan y María, siendo aquél el encargado del manejo de la pala. En Villamiel pueden intervenir dos Juanes y dos Marías La actuación se acompaña de las oportunas formulillas:
En el horno entró Elías
y sano salió,
por la gracia de Dios.
San Juan bautizó a Cristo
y Cristo curó,
por la gracia de Dios.
En el nombre del Padre,
y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Amén
En Torre de Don Miguel pasaban al niño herniado por debajo de las tablas o de la mesa en la que se cortaba la masa del pan. Ejecutaban la operación dos Marías o, en su defecto, los padrinos del herniado. En Pedroso de Acim echaban al niño desnudo en una artesa, y dos Marías simulaban amasar en ella. Luego, lo tendían en una mesa y le hacían una cruz en el ombligo con una moneda de cobre, diciendo: «Pan bendito, pan bendito.» Terminaba la actuación acercando al pequeño a la boca del horno un número indeterminado de veces y quemando en él la ropa que se le había quitado. Mientras éstas ardían, las mujeres estaban obligadas a rezar tres Avemarías para que el muchacho sanara.
En Casar de Cáceres basta que el herniado duerma sobre la llamada Lancha de Valdejuán para que cure. Vestigios de piedras sanadoras de las quebraduras se localizan en Cañamero, en Montánchez, en Trujillo, en Logrosán, en Abadía y en Guijo de Granadilla. En este pueblo un Juan y una María llevan al herniado al camino conocido por Carrascal de Muñoz. A la izquierda se encuentra un gran berrocal y, dentro de él, formada por varias piedras, hay una abertura natural de no más de un metro de altura y otro tanto de profundidad. Por el medio del hueco Juan y María pasan a la criatura tres veces, sin dejar de repetir la fórmula curanderil:
-Toma, Juan.
-¿Qué me das, María?
-Un niño quebrao
al que San Juan sanaría
Seguidamente acostaban al niño en una tumba antropomorfa labrada en un cancho próximo. Gonzalo Bravo, párroco de la localidad, me decía que el significado de esta segunda actuación la resumía el pueblo con esta frase: «Como s’ensecó el muerto en el canchal, asín lo mesmo se v’ansecal la hernia del mocosino.»
Encontramos algunas variantes del anterior procedimiento, cual es la que consiste en pasar al herniado a través de la puerta de la iglesia, también en la noche o en la madrugada de San Juan. En Cáceres el marco era el templo dedicado al Bautismo. Actuaban los padres como oficiantes, tomando para la ocasión los nombres de Juan y María. Esta se colocaba en el exterior del templo. En el pase del uno al otro no se olvidaba la fórmula sancionadora:
-San Juan milagrero
toma este niño roto
y dámelo entero.
-Toma, María,
un niño sano,
que roto venía (9).
En Coria la operación salutífera apenas variaba de la cacereña. En Badajoz, tras finalizar el pase, que se llevaba a cabo en la puerta principal de la catedral, los oficiantes tiraban una china a la imagen de San Juan, que se halla en una hornacina sobre la misma entrada. En Fuente de Cantos introducían al herniado por una ventana de la ermita de Nuestra Señora de la Hermosa, siendo necesario para la curación que el padre de la criatura, que también tomaba el nombre de Juan, depositara en el cepillo «tres monedas machos».
Fue muy popular en Extremadura el mecanismo de curar la hernia mediante el pase del niño aquejado por debajo de las andas de la imagen de San Juan. En Quintana de la Serena se cree que durante la manifestación religiosa la talla del Bautista imparte bendiciones con la mano derecha, y con la izquierda esparce todo un cúmulo de desgracias. Los niños son los más perjudicados por las emanaciones negativas, pero también los más beneficiados por las positivas, influyendo considerablemente en el desarrollo de la hernia en uno u otro sentido.
Unas curiosas peculiaridades tomaba la curación de la quebradura infantil en San Vicente de Alcántara. El día de la festividad de San Juan los niños herniados eran llevados por quienes habían sido sus parteras a la misa mayor y colocados al pie de las gradas del altar. En el momento de la elevación, las respectivas comadronas tomaban a los niños por los tobillos y los suspendían bocabajo. Tras la insólita suspensión, la hernia no tardaba en sanar.
San Juan es la fecha que aglutina todos los ceremoniales que hemos descrito. Sin embargo, existe el convencimiento de que también se logran los resultados apetecidos si se elige cualquiera de los días que van desde San Juan a San Pedro, tiempo al que el pueblo atribuye todas las características, peculiaridades y propiedades mágicas del solsticio. La noche víspera de San Pedro se ejecutaba en Cabeza de Buey el ritual en mayor medida, incluso, que en la del Bautista (10). También el Corpus Christi participa de las influencias del solsticio de verano y en sus celebraciones populares no deja de observarse la herencia en algunas prácticas que antaño tuvieron por único marco la festividad de San Juan. Entre éstas destaca la curación de la hernia, aunque la hallamos desprovista del sentido ritual naturalista como para aceptar una dramatización con las características descritas más arriba. Señalemos, a modo de ejemplo, cómo los niños, en el norte de la provincia de Cáceres, son tendidos a los pies de los altares callejeros para recibir la bendición del Santísimo, que, al decir de los lugareños, les libra o les cura de este tipo de males.
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(1) "Supersticiones extremeñas", en Revista de Extremadura, IV (Cáceres, 1902), págs. 39-40.
(2) HOYOS SAINZ, L.: Manual de Folklore. La vida popular tradicional en España. Madrid, 1947, pág. 230
(3) DUARTE, L.: "Antiguallas extremeñas", en "Diario HOY",24-6-1938.
(4) GALLARDO ALVAREZ, I.: "El día de San Juan. (Un capitulo para el folklore fronterizo", en Revista de Estudios Extremeños, XVI, 2 (Badajoz, 1946), pág. 98.
(5) CATANI, M.: "Aproximación a las creencias mágico-religiosas hurdanas" en Antropología Cultural en Extremadura. Mérida, 1989, pág. 819.
(6) CALAMA SAINZ, A,: "Impresiones hurdanas", en La Gaceta Regional. (Salamanca), 17-6-1922.
(7) DOMINGUEZ MORENO, J. M.: "La noche de San Juan en la Alta Extremadura", en Revista de Folklore, 42 (Valladolid, 1984), pág. 212.
(8) Informe elaborado por Vicente Moreno Rubio. Ined., 1931.
(9) Información de José Luis Cotallo Sánchez, Cáceres, 1972.
(10) DOMINGUEZ MORENO, J. M.: Op. Cit.; HOYOS SAINZ, L.: Op. Cit., 560; GOMEZ TABANERA, J. M.: "Fiestas populares y festejos tradicionales, en El folklore español. Madrid, 1968, pág. 200.