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En el tren me pongo a escribir entre bostezos y ronquidos. Hace un par de meses que no voy a ninguna parte, y estas cosas se me agudizan. El tren es el mejor somnífero que conozco. No falla nunca. Los médicos deberían recetar tren algunas veces. Me he resistido a sentarme porque he visto a los sentados dando cabezadas con caras de dulzura; pero, bien visto, la luz se va, y en la ventanilla del pasillo no hago nada. Así que busco hueco en un departamento a ver qué se tercia. Cuando entro interrumpo a una mujer que viene diciendo: «Porque resulta que el Canelo le hablaba a la Puntilla, y el Mono se lo contó toito tó a la madre.» El tren hace tran tran pom pom con su paso redondo. Me dejo llevar; pendulea mi cabeza; abro el cuaderno. Otra señora que viaja frente dice ser de Briviesca (Burgos), capital de la Bureba, pueblo acogedor, amable, al que hay que visitar por San Juan o por San José, cuando la Feria de los Novios: «Algunos se han casado.» Para las ferias de ganado existía en Briviesca una gran posada, y arriba, la ermita de Santa Casilda. La señora la conoce y cuenta al departamento la leyenda de un pueblo que había en el camino llamado El Hoyo: «... pues de allí dicen que se casó la hija del alcalde y la boda se celebraba en su casa. Uno que rondaba tiró una piedra que entró por una ventana, rompiendo un cristal, y mató a la moza dándole en la sien. Entonces el padre, sin enfadarse, salió al balcón y dijo: «A ver, ¿quién habrá sido el habilidoso que con una piedra ha conseguido dar vueltas a una jarra sin romperla?» Dijo el tal: «yo.» El alcalde le contestó: «Sube, tú has matado a mi hija.» Y por eso, luego, se destruyó el pueblo.» Tanto arriba como abajo, en Briviesca se juega a la «taba», que es un hueso de la rodilla de la oveja, como la «tángana» andaluza. Ante la ermita se hace una vez al año, la antevíspera de la Ascensión, cuando el pueblo va en peregrinación: «...antes íbamos a la Era del Limón los jóvenes andando, y las autoridades, en caballerías. Los nuevos gritábamos: «¡Agua, vino, para que nos emborrachemos por el camino! A cada romero daban pan y medio litro de tinto. Ahora es paella y se va en coche o autobús. Después de la comida se juega a la taba: culo, carne.» Lo de la «taba» parece tener su origen en costumbres de pastores que andaban por el monte y se entretenían jugando con el hueso seco. La señora sigue: «A Santa Casilda se va en cualquier fecha que se quiera ir. Por San Juan se toma chocolate y se deja para la tarde el bacalao con pimiento y tomate.» La buena mujer tira de memoria y casi no me da tiempo a tomar nota. Dice que como su marido era una especie de cosario, de los que iban por los pueblos haciendo recados con una camioneta, ella lo acompañaba, y siempre le ha gustado mucho todo esto. Así, de golpe, y siempre referido a su provincia de Burgos, suelta que «... en Morados de Moneo hay danzas, como en Belorado, donde Julián, talabartero y pesador en la báscula de los camiones, era el maestro; se llamaban la Cascabelada, la Bailada y las Ovejitas. En Barbadillo se toca el rabel. En el mismo Burgos hacen una danza vestidos de pajes, que tiene cuatro partes diferenciadas: pasacalle, canastilla, arcos y espadas. En Castillo de la Reina están las danzas de La Muela y la Rueda de Pañuelos. En Castrillo de Murcia (Burgos) se curan los niños herniados saltando El Colacho por encima, un personaje al que los tiempos emparentaron con el demonio, que nada tiene que ver, y que libra limpiamente a lo largo los colchones que las madres ponen en la calle con los pequeños tendidos.» Respecto a las danzas, y por procurarme un respiro, le digo que no se sabe si las ropas que visten los danzantes corresponden al origen de la danza, al ritual antiguo, igual enterrado en favor de otras interpretaciones, y que la música tampoco haya arrastrado un maridaje con ese rango; le recuerdo que a ritmo de tabales montó con gran paciencia Justo del Río una danza en Castrillo de Murcia, que luego, parece ser, se acomodó de otra manera; pero existe algo en los pasos, el talante, los gestos, que canta claramente el entronque con el «tiempo antiguo», que ellos llaman, y que es lo que produce la sensación de sentirse inmerso en lo que la danza quiere transmitir; es una emoción, un misterio atractivo, que no sólo queda en la expresión de la danza, sino en la vida diaria. Ella me escucha un momento, dice que sí, y continúa: «Hay danzas como la Geringonza, con su gaitero. En Covarrubias, la jota rachela y la rueda chospona. En Espinosa de los Monteros, las Machorras y más danzas. En Frías, danzas, el ondeo de la Bandera, cantos petitorios y una que me gusta mucho y que termina con el Arco. Pero la más celebrada es la Danza del Capitán. En Fuentelcésped, danzas. En Gumiel de Hizán, la jaula. En Hontoria, el Ris-Ras, Cubo, Cruz y otras danzas. En Navas del Pinar tienen a gala su castillete y su baile de las Velas. En Neila de la Sierra, las Mayas y el Villano. En Quintana del Pidio, las danzas de Sonajas y Tin Tin Taina. En Santo Domingo de Silos, danzas. En Vaaldivielso, la canción El Juboncito y la danza con panderetas El Agudillo, como la del Gallo, la Tarara. En Villarcayo, la del Ahorcado. En Zazuar, una que se acompaña con la canción llamada El Milano.» Le pregunto si conoce el Romance de la Baraja lo mismo que podía haberle preguntado la hora. Yo llevo en mi carpeta una copia del que recopiló José Manuel Fraile a Teresa Arranz, en Adrada de Haza, que luego he sentido, con algunas variantes en El Andévalo (Huelva). La versión burgalesa se hace en Cuaresma como canto petitorio para la cera del Monumento. lo mismo que la onubense. Le voy diciendo a la señora la que corresponde a su perfil geográfico; ella me responde a medias, pero conforme avanzo, me sigue, hasta que al final acabamos juntos las estrofas. Ya puesto a ordenar las notas recogidas en el camino pongo paralelas ambas versiones, verso a verso. La (I), de Burgos, la (II), de Huelva.
ROMANCE DE
.A BARAJA (I)
Tú que juegas a los naipes
nunca pienses en ganar,
piensa en la Pasión de Cristo,
y verás cómo te va.
Al principiar en el juego,
yo considero en el as,
que no hay más que un solo Dios
y en él no puede haber más.
En el dos yo considero
aquella blanca belleza
que siendo el Dios encarnado
tiene dos naturalezas.
En el tres yo considero,
esta sí que es cierta y clara,
las tres divinas personas
de la Trinidad Sagrada.
En el cuatro considero
lo que veo desde lejos,
cosas que manda la Iglesia,
rezar los cuatro Evangelios.
En el cinco considero
y siempre considerando,
las cinco llagas de Cristo
de pies, manos y costado.
En el seis yo considero
no haber carta más hermosa,
la muerte y Pasión de Cristo
afligida y dolorosa.
En el siete considero,
contemplo con alegría
la muerte y Pasión de Cristo,
los dolores de María.
En el ocho considero
en el Arca de Noé,
aquellas ocho personas
que se salvaron con él.
En el nueve considero
cuando la Virgen María
los nueve meses que estuvo
encinta con alegría.
En la sota considero
aquella mala mujer ,
que de la fruta vedada
a Adán le hizo comer.
En el caballo contemplo
corrido y avergonzado
y privado de la Gracia
Adán cayó en el pecado.
En el rey yo considero,
contemplo cual podrá ser,
siendo Rey de cielo y tierra
obligado a padecer.
Las cartas de la baraja
ya te las tengo explicadas,
y de la Pasión de Cristo
no dejes de contemplarla.
ROMANCE DE LA BARAJA (II)
Si eres jugador de cartas
no quieras siempre ganar,
juega y piensa en Jesucristo
cuando las vayas a echar.
Si la primera que sale
no es otra sino que el as,
piensa en un solo Dios
y que no puede haber más.
Si es el dos la que te sale
en el medio de la mesa,
piensa que el Dios encarnado
tiene dos naturalezas.
Si es el tres tú considera
una cuestión cierta y clara,
una y tres son las personas
de la Trinidad Sagrada.
Si es el cuatro el que sacas
en el transcurso del juego,
piensa que manda la Iglesia
rezar los cuatro Evangelios.
Si es el cinco considera,
y sigue considerando,
las cinco llagas de Cristo
de pies, manos y costado.
Si es el seis yo te diría
que no hay carta más hermosa
piensa en la Pasión de Cristo,
y en su muerte dolorosa.
Si es el siete el que tú juegas,
míralo sin alegría
pues con la muerte de Cristo
nace el dolor en María
Si es el ocho piensa un poco
en el arca de Noé
y en los ocho que pudieron
al fin salvarse con él.
Si es el nueve el que te sale
es un naipe de alegría,
pues representa los meses
que estuvo encinta María.
Si es la sota figurona,
piensa en aquella mujer
que de la fruta prohibida
a Adán le dio de comer.
Si es el caballo el que corre
por la mesa desbocado,
es negación de la Gracia.
Adán cayó en el pecado.
Si es el rey tú considera
y piensa quién podrá ser,
siendo rey de cielo y tierra
cuánto pudo padecer.
Ya está la baraja abierta,
ya te la tengo explicada,
toda la Pasión de Cristo
está para ti en las cartas.
Sigue el viaje. Mientras el tren no puede variar de rumbo, en este departamento viramos hacia Cogeces del Monte (Valladolid) y su baile del Pingacho, que se acompaña con estas letras:
Si ustedes quieren reir
y divertirse un buen rato,
échenme aquí un real
y bailemos el pingaqho.
Por bailar el Pingacho, madre,
me dieron un real,
bailalo, pequeña, bailalo, galán,
bailalo de lao,
del otro costao,
de la delantera,
también de la trasera.
Ahora sí te quiero de veras,
ahora sí. te quiero, morena,
ahora sí estarás contento,
borrachera, borrachera;
La señora de más allá, que cruje un pan con chorizo dentro, es de Cogeces del Monte, y me dicta las coplas despacito para que las copie en mi libreta. Hay un momento que se pone en pie y se marca unos pasos como puede entre los asientos. Dice que « ...el Pingacho fue compuesta por tres niños de una familia modesta, que al morir el padre, ellos lo hacían para divertir a las gentes y ganar unas monedas para la madre. Luis Velasco, el Mayor, es buen conocedor de esta danza que guarda mi pueblo para el día de su fiesta, trece de junio.» La hija de la señora, que va al lado, al ver que anoto hasta la respiración de la madre, me añade: «Sepa que se declaró en el pueblo un gran fuego que duró varios días, y en vista de que no podían sofocarlo, decidieron sacar al Santo, que lo apagó; en prueba de gratitud, el pueblo fue bailándole delante hasta la iglesia. Con el correr de los tiempos se depuraron los pasos, y el baile se dividió en Entradilla y Habos verdes, ya en la memoria de gente muy mayor, como ese señor que mi madre le ha dicho.» Yo les digo una letra alosnera en la que se relacionan tres festividades de junio, mes que se ha citado:
El día trece de junio
San Antonio es el primero,
el veinticuatro San Juan
y el veintinueve San Pedro.
Así no me ven como un pasmarote que escucha y escribe, que si bien es verdad que en boca cerrada no entran moscas, tampoco me tengo por mudo, sino por alguien que de vez en cuando se deja caer con algún ejemplo de memoria. Tanto la madre como la hija temen por la desaparición de la danza; sobre todo, la parte que llaman «Habos verdes», ya que se hace hoy día con un aire diferente de los que la traen de atrás. La hija remata: «Por Navidad nos reunimos los jóvenes con instrumentos de cocina para darle al villancico. Yo conozco en Alija del Infantado a Emilio Rodríguez, que le puede informar sobre trajes, canciones y danzas.» Poco a poco voy entresacando datos que más tarde, algún día, me llevarán al sitio a tirar del hilo cuya muestra me ofrecen la madre y la hija. Por ejemplo: « ...en Cigales, sus danzas. En Iscar, el baile de quintos y las jotas. En Mayorga de Campos, la procesión del Vito. En Reinoso, el toque de rabel con pandereta.» Para no quedarme tan atrás, les digo si conocen esta copla que corría por las calles de Barcial de la Loma a principios de siglo, día de Reyes, en boca de niños:
Aguinaldo pedimos, señora,
para el Niño que está en Belén
torreznicos y longanicicas,
y otras cosas que nos dé.
Como me escuchan atentamente, les cuento que tuve un pequeño accidente en un pueblo de Valladolid: Peñafiel, al deslizarme por una de las troneras de su castillo. Hago aspavientos de agarrarme a las almenas y ellas me imitan apretando el asiento. Allí llegué el Domingo de Pascua, día en el que habían preparado su Plaza Mayor o Plaza del Coso, donde suelen celebrarse corridas de toros, justas y torneos desde la Edad Media, levantando unas torretas de madera para celebrar la Fiesta del Angel que baja. La cita más antigua de corrida de toros que se tiene fechada es de agosto de 1532. La señora me rectifica: «O antes, eso sabe Dios de cuándo será. Pero si vuelve y sube otra vez al castillo tenga más cuidado.»