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Revista de Folklore número

111



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San Millán de la Cogolla (La Rioja)
ALEGORIA SOBRE UN COMPLEJO MITICO

QUIJERA PEREZ, José Antonio

Publicado en el año 1990 en la Revista de Folklore número 111 - sumario >



El Valle de San Millán

El río Cárdenas, que nace en las estribaciones septentrionales de la Sierra de la Demanda, se dispara hacia la llanura altoriojana excavando entre las montañas un profundo valle de unos 15 kilómetros de longitud, orientado hacia el Nor-noreste. Se trata del valle de San Millán, encajado entre cimas que van desde los 1.200 m. hasta los 2.000 m. sobre el nivel del mar: Pancrudo, Cabeza Parda, Chilizarrias, etcétera.

Las empinadas laderas de ambas márgenes están cubiertas de un espeso hayedo donde todavía vagan en libertad los corzos y los jabalíes, mientras que las cotas más elevadas se cubren de pasto en el que conviven ovejas y vacas. El aspecto general del país es selvático y aparentemente impenetrable.

Si descendemos con las aguas desde su surgimiento notamos que en los primeros ocho kilómetros no existe ningún núcleo de población, y a partir de este punto encontramos Lugar del Río, la primera aldea, casi despoblada, del valle de San Millán. Poco más abajo damos con San Millán de la Cogolla, capital del valle, y Estollo, próximo núcleo humano hacia el Este. Al final encontramos Berceo, y en sus proximidades, la aldea de San Andrés.

En adelante el valle de San Millán se abre insospechadamente, dando paso a las tierras de labor de La Rioja Alta, mientras el Cárdenas se lanza en persecución del Najerilla.

Toda la zona ha sufrido una fuerte despoblación durante las últimas décadas. En la actualidad San Millán escasamente alcanza los 300 habitantes; Estollo, los 160, y Berceo, 290, mientras que a comienzos de este siglo contaban, respectivamente, con 824, 371 y 548 habitantes (1).

La economía del valle se ha basado secularmente en el pastoreo, ayudado por una escueta agricultura de cereales y tubérculos para el consumo particular .

San Millán de la Cogolla, centro de culto

Este escabroso y selvático valle altoriojano ha sido durante siglos el receptáculo de la más profunda sacralidad: Santos y santas, cuevas, monasterios, curaciones milagrosas, exorcismos, etcétera. Todavía en el presente sigue conservando gran parte de su carácter atemporal, místico, aun a pesar de los profundos cambios sociales, culturales, del siglo XX.

Personaje central en todo este complejo sagrado es, sin duda, el propio San Millán de la Cogolla, cuya vida está inmersa en la más exuberante simbología mística. Los estudios hagiográficos siempre aportan una importante luminosidad al análisis de las hierofanías en torno a las cuales giran las vidas de los propios santos. En el caso de este santo riojano encontramos un rico ejemplo (2).

Según varios historiadores religiosos de siglos pasados, Millán nació en el 460 en el Pueblo de Virgegio, hoy Berceo. En su juventud guardaba el rebaño familiar «y que para divertir honeftamente el ánimo en la foledad de los montes, folía tocar vn Rabel» (3).

En este estado recibió un día, mientras dormía, la visita de Dios, dejando el oficio de pastor para comenzar su vida penitente. Rápidamente comprendió que necesitaba la ayuda y el saber de un buen maestro, y sin tardanza se dirigió a Bilibio, antiguo castillo situado en la cima de una colina, hoy arruinado y próximo a la localidad de Haro. Allí residía un santo maestro de santos San Félix de Bilibio. Allí fue educado para ser él mismo maestro y director de almas. Gonzalo de Berceo describe su aprendizaje de la siguiente manera:

«Quanto en la çiençia era más embevido,
Tanto en la creençia era más ençendido:
Ya querría del castiello fuera seer exido
Por tornar a los montes, bevir más escondido.

Quando lo que buscaba ovo bien recabbado,
E de lo que dubdaba fue bien çertificado,
Demandó al maestro liçençia el criado,
Ca querrie a las sierras tornarse de buen grado» (4).
A su regreso de Bilibio se internó en lo más fragoso del valle para recluirse en solitario en una cueva, en la que vivió cuarenta años «en rigurofa penitencia, y en continuas batallas vifsibles, é invifibles del común adverfario, en que configuró triunfos gloriofifsimos» (5).

Seguidamente Millán fue llamado por Dydimo, obispo de Tarazona, a su presencia. Dejó su cueva para ser ordenado sacerdote y atender en la parroquia de su villa natal.

Sus compañeros de oficio quejáronse al obispo acusándole de malversar los fondos parroquiales con sus excesivas limosnas. En consecuencia, fue destituido de su cargo eclesiástico y de nuevo se internó en el valle, encerrándose esta vez en una segunda cueva. En ella vivió el resto de sus días en compañía de varios santos y santas discípulos suyos, falleciendo en el 560 tras una vida de cien años cargados de milagros, curaciones y otras actuaciones a las que sin excusa ha de hacerse referencia seguidamente.

Actuaciones sobrenaturales de San Millán

«Apareciófele vn dia el demonio en forma de hombre, y defpreciandole como merece, le dixo el adverfario: que fi queria probar en batalla con él fus fuerças, y experimentar el gran poder, y fortaleza, que tiene cada efpiritu infernal. No hizo cafo el Santo de la propuefta; pero diziendo, y haziendo, le acometió el demonio, y eftuvo luchando con él cuerpo á cuerpo largo rato. Iba ya á caer en tierra el Santo, fatigado de la molefta, y pefada carga con que le brumaba; mas al punto que pidió el auxilio del Cielo, le focorrió Jefu-Chrifto, y defapareció el demonio luchador, quedando San Millán muy fortalecido, y libre de todo temor» (6).

Esta es la primera actividad portentosa y definitivamente sobrenatural en la que Millán tuvo intervención directa en su retiro. Su prueba, a partir de la cual el santo estuvo dispuesto para realizar infinidad de milagros.

Fue curador, capaz de sanar las enfermedades de las personas que a él se acercaban con tal motivo. De este modo curó a paralíticos, tullidos, etc., siendo su instrumental la oración y su asombroso báculo. También fue eficaz exorcista, expulsando a los demonios que atormentaban por aquel entonces a muchos riojanos, según se refleja en las diversas biografías sobre San Millán. Acerca de él escribe Anguiano las siguientes líneas: «...quien es efpecial abogado, para remedio de tan moleftos demonios, y muy poderofos fus meritos, para lançar de las cafas los trafgos, o duendes, que nunca faltan en vnas, ó en otras partes, para exercicio de paciencia de los buenos, y caftigo de los malos» (7).

Asimismo devolvió la vista a una mujer ciega, criada del senador Sicuro. Pero otro momento de su vida está marcado por una acción de signo contrario, pues cegó a perpetuidad a dos ladrones que le habían arrebatado su propio caballo.

Un año antes de su muerte tuvo otra revelación en la que se le anunciaba el fin próximo de la ciudad de Cantabria a manos de las fuerzas del mal, representadas por aquel entonces por los ejércitos del hereje rey Leovigildo. El castigo era debido a la insana y desacralizada vida a la que habían sido arrastrados los habitantes de dicha población.

San Millán acudió presto a Cantabria, pero allí no fue escuchado. Aún más, fue públicamente despreciado: «Solo cierto hombre malvado, llamado Abundancio, defpreciandolo todo, tuvo atrevimiento para hablar, y dezirle al Santo con defprecio: Que como ya eftaba tan viejo, caducaba» (8). Ocurrió tal y como estaba anunciado y la ciudad fue arrasada para la eternidad.

Poco antes de su muerte recibió San Millán la visita del mal: «En medio de tanto rigor de vida, y de tantos prodigios, ya que los infernales efpiritus no hallaban con que defpicarfe dél, le motejaban, y daban en roftro porque vivia entre mugeres... y es el cafo, que governaba muchas almas, y entre ellas algunas Santas Virgenes, que fe congregaron cerca de fu Oratorio, y fervian á Dios en toda pureza, y fantidad, para imitar fu exemplo, y ser del inftruidas, No profeffaban claufura, y eran Anacoretas, como fu fanto Maeftro» (9).

La tradición recoge que su muerte aconteció el 12 de noviembre del año 560 en su oratorio, siendo enterrado allí mismo por sus discípulos.

Otros acontecimientos portentosos

Posteriormente a su muerte, San Millán apareció en combate contra los moros en las batallas de Simancas, Hacinas, Calahorra y Algeciraz, siendo sus intervenciones despiadadas y brutales contra los sarracenos, según afirma la tradición recogida por los autores religiosos.

En torno al cenobio, receptáculo del cuerpo de San Millán, debió de surgir un pequeño monasterio, el de Suso, en el que vivían en retiro los monjes adscritos a la regla de San Benito.

El mundo tradicional de esta zona de La Rioja ha conservado un interesante relato sobre el origen del monasterio de Yuso, erigido a las orillas del Cárdenas. El rey García de Navarra quiso transportar el sarcófago con los restos del santo a su reciente construido monasterio de Santa María la Real, de Nájera: «... defeando el Rey Don Garcia de Navarra, y Naxera, iluftrar el Monafterio, que en Naxera edificava, para religiofos de San Benito, con Advocación de Santa Maria, mandó llevar al dicho Monafterio el Cuerpo Sagrado de San Millán; y aviéndolo facado de Sufo, y baxado en vn carro hafta vn fitio, que eftá un quarto de legua mas abaxo, á las orillas de vn arroyo, donde el Convento de Sufo tenia vna Hofpederia, paró allí el carro con la Sagrada Reliquia, quedando tan inmobil, que no baftaron las mayores fuerças á moverle. Reconoció el Rey, que no guftava Dios, que fe apartaffe de alli el Santo Cuerpo, y mandó labrar alli vn fumptuofo Monafterio...» (10), conocido como el de Yuso.

Gil del Río recoge otro interesante relato acerca del arca adornada de preciosos marfiles que conserva los restos del santo: Un joyero llamado Gabirol Semei y un mercader oriental de nombre Simeón, se disfrazaron de monjes e intentaron apoderarse del arca durante la noche. Cuando Gabirol colocó sus manos sobre ella se quedaron pegadas al metal. Simeón huyó y los rezos de los monjes consiguieron liberar las manos del ladrón atrapado» (11).

Fiestas y romerías en torno a San Millán

La villa de San Millán festeja a su patrón el día 12 de noviembre y hasta el 17 del mismo mes. En estos días hay danza y procesión, en la que se portan en andas dos arcas: una con los restos de San Millán y otra con los de San Felices. El ciclo de danzas que se interpreta en estas fechas es muy similar a los de Estollo, Lugar del Río, Berceo, Villaverde y Villar de Torre, pues todo el valle mantiene un corpus musical-coreográfico altamente homogéneo.

El día 15 de junio los hombres de esta población acuden en romería a la ermita erigida en la cueva a la que, según es creencia en el valle, San Millán se retiró en la primera parte de su vida. En el presente las caballerías han sido sustituidas por los coches y tractores. Aquí asan corderos y este día todos los hombres comen juntos, siendo costumbre mantear a forasteros y perros. Por la tarde bajan a merendar a San Martín. La llegada al pueblo, al atardecer, solía ser a galope tendido de caballo. Las mujeres tienen prohibido acceder al lugar en el transcurso de este día (12).

Los hombres naturales de Berceo también realizan una romería en iguales condiciones a dicha cueva el sábado anterior al día de San Antonio de Padua. En este caso el acceso a la cueva-ermita también está vedado a las mujeres (13).

El mundo de los símbolos

Toda esta información recogida sobre la figura de San Millán y generalmente asumida por la comunidad tradicional del valle, envuelve al santo en un aurea mítica de una gran riqueza y digna de mayores análisis.

Aquí confluyen caracteres comunes a otros santos y santas del mundo cristiano, de los que cualquier compendio hagiográfico está sobradamente abastecido. Sin embargo, es fácil observar también otras cualidades, otros rasgos motivados por un intento claro de recuperar para el sistema religioso cristiano tradicional un conjunto de hierofanías anteriores.

Al igual que otros santos surgidos alrededor de los montes de Urbión y La Demanda, Millán es pastor, y su posterior condición le va a ser revelada durante el sueño mientras cuida su rebaño. La consecuencia inmediata de esta revelación es que el elegido debe acudir a un maestro, un iniciador, en este caso llamado Felices, hombre de especial sabiduría, que vive en un castillo sobre una colina. Tras el proceso de aprendizaje, Millán ha adquirido los conocimientos que le son indispensables tanto para su maduración iniciática como para adquirir él mismo el nivel de maestro.

Luego se retira a una cueva, al interior de la tierra, situada en un lugar extremadamente selvático. Así lo afirman los versos de Gonzalo de Berceo, más próximo al pensamiento tradicional que ha creado y modelado estos temas míticos que nosotros:

«Serpientes e culuebras avien en él ostal.
Estaban grandes pennas en medio del valleio,
Avie de jus las pennas cuevas fieras sobeio, Vivien de malas bestias en ellas grant conçeio, Era por end grand siesta un bravo logareio.

El omne benedicto por seer escondido,
Render a Dios el voto que avie prometido,
En esfuerzo de Dios que es guion complido,
Metióse en las cuevas que aves oido.
Fueron las bestias fieras con él fuert embargadas,

Todas fuyien antelli las cabezas colgadas,
Si les plógo o non, cambiaron las posadas, Escombraron las cuevas las bestias enconadas» (14)

Aquí vive durante cuarenta años, madurando su personalidad demiúrgica, civilizadora, así como sus conocimientos.

Su integración a la vida seglar es un fracaso y vuelve a sumergirse en el misticismo del que nunca debió haber salido. En la segunda cueva pelea con el representante del mal y sale victorioso de esta terrible prueba.

Más tarde, en una segunda embestida, es acusado de vivir en retiro con mujeres. Rápidamente el relato cristiano aporta claridad al tema: son las vírgenes discípulas suyas.

Mientras todo esto va aconteciendo, San Millán muestra otra faceta de su sabiduría. Es curador de un sinfín de enfermedades, hasta el punto de que es capaz de devolver la visión a los ciegos. También es un eficaz exorcista.

Así, todo parece dispuesto para dar carta de naturaleza, cristianizar, una fuerte entramada mítica que debe ser recuperada tal y como ha acontecido con otras hierofanías, mitos y ritos durante el proceso de cristianización. El objetivo perseguido por los historiadores religiosos que nos han servido como guías es el de asimilar todo un conjunto de elementos míticos al nuevo sistema religioso cristiano. Sin duda, esto no es nada nuevo.

Nos interesa, sin embargo, otro conjunto de aspectos que afloran entre tanto adorno retórico, tanta labor de desfiguración y camuflaje.

San Millán primero es iniciado y más tarde es iniciador. El tipo de iniciación al que se ve sometido se da con frecuencia en el mundo altomedieval y nos ha llegado hasta el presente en su estado residual en infinidad de cuentos y leyendas: el aprendiz, tras la revelación de su propia naturaleza que él mismo desconoce, abandona todo y se dirige en busca de un maestro, del más sabio, del poseedor del más alto nivel de conocimientos, que vive en un castillo, erigido sobre la cima de un monte en completo retiro. La imagen es muy evocadora.

Sus conocimientos deben ser sometidos a un proceso de maduración, y para ello, tras la iniciación, se retira al lugar más selvático, inhóspito, a modo de prueba, semejante a un simulacro de regreso al caos. Este caos, la selva, el bosque impenetrable, encierra un sinfín de conocimientos, pruebas, luchas a las que el iniciado debe verse sometido. San Millán tampoco es aquí una excepción (15).

Tras todo esto su personalidad se ve fuertemente sacralizada. No admite relación con el mundo profano. Sus cuevas, sus habitáculos, son los habitáculos de un ser sagrado. No hay que dejar de lado otro aspecto de las cuevas y al que me he referido en un anterior articulo (16): En Valvanera, valle muy próximo al de San Millán, los anacoretas se prestan rápidamente a ocupar las cuevas cargadas de metales. Tanto en el caso de Valvanera como en el de San Millán de la Cogolla, Suso y Yuso, son los monjes benedictinos quienes se encargan rápidamente de ocupar los monasterios (17). En Valvanera el acceso a las mujeres está totalmente prohibido, bajo la pena de muerte expresada a modo de castigo divino. Ellas no pueden tener acceso a lo que allí ocurre. En Suso San Millán es amonestado por convivir con mujeres; quizás se trate, yo así lo entiendo, de una acusación por haber infringido una regla de gran importancia. Además, según la tradición conservada en las poblaciones del valle, las mujeres tampoco pueden acceder a la cueva en las fechas de las reuniones de hombres que allí se celebran a modo de romerías. Sigue apreciándose este carácter de cofradía secreta tan notorio en Valvanera.

Los escritores cristianos de los siglos pasados recogen la vida de San Millán y vuelcan sus esfuerzos en intentar recuperar su imagen y la de todo el valle, como expresión de lo sagrado por medio de diversas hierofanías, ancestral centro de culto. Marcan su vida con una nueva impronta, un nuevo barniz para desfigurar su pasado.

Generalmente, estos barnices cristianizantes, como el de San Millán de la Cogolla, personaje mítico, no destruyen ni llegan a borrar en su totalidad un pasado excepcionalmente maravilloso. Tampoco son capaces de destruir en la mayoría de los casos las fuerzas motoras que han originado las tradiciones conservadas hasta el presente: danzas, romerías, mitos, cuentos, etc. Aunque la reforma suele ser fuerte, la trasparencia es delatora.

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(1) Censo de población del año 1900. Suplementado de la revista Glavijo, nº. 24 (marzo, 1982).

(2) Han sido varios los autores e historiadores religiosos que en siglos pasados han estudiado la vida de San Millán de la Cogolla. El primero de ellos fue San Braulio, obispo de Zaragoza, en 638. Posteriormente Gonzalo de Berceo dedicó un buen número de versos a describir poéticamente la vida de este santo. Posteriormente, en 1602, también José González de Tejada dejó su testimonio en la obra titulada "Historia de Santo Domingo de la Calzada, Abraham de La Rioja...", y en 1704 Mateo de Anguiano hacen unas interesantes anotaciones al respecto en su "Compendio Historial de la Rioja...".

(3) Anguiano, M.: "Compendio...", pág. 476 (Madrid, 1704, ed. fac. Logroño, 1985).

(4) Berceo, Gonzalo de, "Obras completas"; "Estoria de Sennor Sant Millán", versos 23 y 24, pág. 128 (4ª. ed. de las obras completas en Logroño, 1981).

(5) Anguiano, M. : ob. cit., pág. 478.

(6) Anguiano, M.: ob. cit., pág. 490.

(7) Anguiano, M. : ob. cit., pág. 494.

(8) Anguiano, M. : ob. cit., pág. 499.

(9) Anguiano, M. : ob. cit., pág. 497.

(10) González de Tejada, J., ob. cit., pág. 3 .

(11) Gil del Río, A.: "Historia y algunas leyendas de la Rioja", págs. 327-328 (Zaragoza, 1977).

(12) Informante: Agustín Reinares, en San Millán de la Cogolla, el 16 de mayo de 1986.

(13) Informante: Eladio Cañas, en Berceo, el 30 de marzo de 1986.

(14) Berceo, G. de, obt. cit., pág. 129.

(15) A este respecto ver la obra de Mircea Eliade "Iniciaciones místicas" (reimpresión en castellano, Madrid, 1984), especialmente los capítulos números 4, "Iniciaciones individuales y sociedades secretas", así como el número 6, "Temas iniciáticos en las grandes religiones".

(16) Quijera, J. A.: "Un tema mítico riojano en torno al monasterio de Valvanera", en Revista de Folklore, nº. 99, tomo 9.1, págs. 95-99 (Valladolid, 1989).

(17) Jacques Huynen analiza la profunda relación que debieron mantener los monjes benedictinos en algunos de sus monasterios con la alquimia medieval y los focos de sabiduría orientales. Parece ser que en algún sentido esta orden estaba francamente preocupada por tener el mayor acceso posible al mundo de la cultura y sabiduría altomedievales y estaba especialmente interesada en las transformaciones místicas de los metales. Ver la obra de este autor titulada "El enigma de las Vírgenes negras" (ed. en castellano, Barcelona, 1986).



San Millán de la Cogolla (La Rioja)
ALEGORIA SOBRE UN COMPLEJO MITICO

QUIJERA PEREZ, José Antonio

Publicado en el año 1990 en la Revista de Folklore número 111.

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