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El deterioro a que se ha visto sometido el aspecto externo de los pueblos durante los últimos años ha sido, verdaderamente, determinante para su fisonomía; la recuperación, ahora que una conciencia diferente parece alentar en la forma de ser de las nuevas generaciones, no es imposible aunque requiere imaginación y colaboración de todos. Una idea que aportamos desde estas páginas y que sería válida para todos aquellos núcleos arquitectónicos donde predominase el barro en fachadas e interiores, podría evitar que muros y paredes acabasen condenados a recibir el cemento o el enjalbegado tan impropios de esas zonas. La proliferación de «escuelas-taller» patrocinadas en todo o en parte por el Instituto Nacional de Empleo y alentadas por Instituciones locales, haría más sencilla la empresa: Bajo la supervisión de unos cuantos maestros albañiles conocedores de la técnica del barro, unas cuadrillas podrían recorrer los municipios que así lo requirieran para enlucir fachadas y restaurar tapiales; esta labor, convenientemente programada, permitiría que algunos jóvenes tuviesen trabajo en su mismo pueblo todos los años, además de contribuir a la conservación de un patrimonio hermoso y útil que identificó a tantas generaciones durante siglos. Los habitantes de esos pueblos tendrían gratis la restauración, cuando ello lo requiriese, de sus fachadas y estarían seguros de que sus dineros eran dedicados por la Administración a una tarea práctica.