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Los orígenes de la iglesia de Santa María la Antigua se nos presentan problemáticos en cuanto a cronología se refiere. Parece incuestionable que, fundada por el Conde Pedro Ansúrez, existiese una edificación primitiva, de techumbre de madera, claustro y cementerio, de la que no nos queda ningún resto o dato que aporte más luz a sus características. Por su analogía con las torres de la Colegiata de Cervatos (1199), Santa Cecilia de Aguilar de Campoo (fines del XII), etc., la torre y el claustro Norte se datan sobre finales del siglo XII; el ábside y las naves serían reconstrucción de la primitiva iglesia, realizada en el siglo XIII, momento en el que el estilo gótico comenzaba a imponerse (1).
No nos detendremos en una descripción de los elementos que han caracterizado esta construcción, pues ello ha sido realizado ya en anteriores estudios (2). Queremos más bien centrar nuestra atención en los avatares que este monumento vallisoletano ha sufrido a lo largo de la historia y fundamentalmente en los siglos XIX y XX.
En el siglo XVI, quizá debido al terreno donde estaba asentada la construcción, terreno cercano al río Esgueva y por tanto carente de solidez, o también por lo mediocre de algunos de sus materiales, la iglesia se debía encontrar en condiciones nada favorables, lo que lleva a envolver la torre en un potente muro de 2,30 m. de espesor refrentado de sillería (fotog. 1) y a aumentar la sección de algunos contrafuertes, colocar otros nuevos y también arbotantes para contener los empujes. Según Fernández Casanova, también de este momento debió ser la construcción del coro alto y de algunas capillas que agravaron los daños al debilitar las fábricas (3).
Además de estas transformaciones, la iglesia sufrió con el correr de los años diversos adosamientos externos que la enmarcaban, así las capillas y las casas del párroco que ocultaban la portada sur y hacían perder la visión de conjunto del monumento (fotog. 2).
En este estado se nos presenta la Antigua en el siglo XIX (fotog. 3), y será ahora cuando su valía, sobre todo la del claustro y la torre comience a llamar la atención (4). Quizá ello contribuya a que, en 1857 la Comisión de Monumentos aconseje la conveniencia de respetar "la galería o arcada del testero", poniendo de manifiesto también la necesidad de una restauración (5) y, por su parte, la Academia de San Fernando, unos años después, en 1870, llame también la atención sobre esta iglesia "ejemplar rarísimo del arte bizantino del siglo XI" y aconseje la reparación de la aguja y de la crestería general (6)
Todavía habrá que esperar unos años para que esta restauración se inicie, y ello vendrá posibilitado por la aprobación del expediente incoado con la finalidad de que fuera declarada Monumento Nacional.
SANTA MARIA LA ANTIGUA DECLARADA MONUMENTO NACIONAL
El primer dato que sobre este punto tenemos, se remonta a 1887. Según consta en la documentación de la Comisión de Monumentos, el párroco de La Antigua solicitó al Ministerio de Fomento, ya en aquella fecha, que se declarase a la iglesia Monumento Nacional. La gestión, sin embargo, pensamos que no debió ser algo aislado sino que, aunque no nos conste documentalmente, también los organismos oficiales debieron intervenir. Lo que nos da pie a afirmar esto es una carta de junio de 1888, dirigida a don César Alba, por el Director General de Instrucción Pública, en la que le indica que el expediente para la declaración de La Antigua como Monumento Nacional estaba ya en la Academia de San Fernando, que debía informarlo (7).
Todas estas gestiones debieron, sin embargo, paralizarse a pesar de que la prensa alertó en algunas ocasiones dé la necesidad de que se prestase atención a dicha iglesia. El Norte de Castilla concluía estas llamadas de atención, en enero de 1897, con un artículo en el que se contienen frases tan significativas como la calificación de Santa María La Antigua de "joya entre las joyas del Valladolid arquitectónico y clásico". Se resalta también en dicho artículo la apatía y el olvido de los toques de atención que en el Norte se dieron cuando pareció que se venía abajo: "La historia se ha repetido, las gestiones han vuelto a hacerse, pero la torre amenaza cada vez más caerse y si la torre de La Antigua se hunde entre nuestra indiferencia, vamos a parecer un pueblo bárbaro a toda España culta que la conoce y desearía poseerla" (8).
En esta ocasión las gestiones, aunque exigieron la intervención del Ayuntamiento, de la Comisión de Monumentos, y del Gobierno Civil, culminaron con éxito (9). En mayo de ese mismo año, 1897, se promulga la Real Orden del Ministerio de Fomento declarando Monumento Nacional el templo de Nuestra Señora de la Antigua, quedando bajo la inmediata inspección de la Comisión de Monumentos de la provincia y tutela del Estado.
Los trámites que todo ello llevó consigo exigieron entre otros puntos, la elaboración de dos informes interesantes. El primero, a instancia de la Academia de San Fernando, se encarga al arquitecto Enrique María Repullés y Vargas, para que aquilatase el mérito de la iglesia. La prensa recoge la presencia de dicho arquitecto en la ciudad y los elogios que hace de la torre de la Antigua (10). Efectivamente, Repullés informó positivamente a la Academia, según se observa en lo publicado por el Boletín de dicha institución y en la carta que el mismo arquitecto escribe al Norte de Castilla, en la que además se insiste en la idea de comenzar cuanto antes las obras de restauración (11).
El otro informe lo realiza Pedro de Madrazo, a petición de la Academia de la Historia. Debemos resaltar de él que ya da el nombre de románico a la parte más antigua y constituye, igual que el anterior, un estudio serio del edificio (12).
RESTAURACION DE LA IGLESIA
Hemos visto cómo, íntimamente unido a la petición de que la Antigua fuese declarada Monumento Nacional, ya había aparecido el encarecimiento de su pronta restauración ante el peligro de inminente ruina en que parecía estar la construcción.
La gestación de estas reparaciones se presenta llena de dificultades en todo momento. A pesar del interés y de las múltiples gestiones para obtener fondos, las obras sufrirán retrasos y complicaciones que abocarán en el hecho de que, cerrada definitivamente al culto en 1908, no vuelva a abrirse para tales fines hasta 1952.
Una primera fase de las obras es la restauración parcial que se proyecta del claustro y la torre como elementos más interesantes de la construcción. En octubre de 1898 la Comisión de Monumentos acude a la Academia para que se gestione el plan de las obras y su aprobación. Dos años más tarde todavía no se había obtenido nada efectivo y el Cardenal Arzobispo interviene solicitando que se activen los trámites del expediente, que se hallaban en aquel momento a informe de la Junta de Construcciones Civiles (13).
Como resultado de todo ello, se encarga al arquitecto Antonio Bermejo la restauración parcial del edificio, incluyendo en el proyecto sólo la torre y la arcada. Entre 1900 y 1901 efectuó el derribo y reconstrucción del hastial Oeste, que mira a la calle de la Solanilla, atirantó el muro Norte y efectuó algunas obras de reparación.
Al fallecer este arquitecto, fue nombrado director de las obras, por Real Orden de 7 de febrero de 1901, Vicente Lampérez, que efectuó la reforma del pórtico Norte y armó el andamio volado del chapitel de la torre (fotog. 4).
Vicente Lampérez renunció voluntariamente a su cargo en 1904; si nos limitásemos ahora a las referencias que sobre ello aporta la documentación de la Comisión de Monumentos, únicamente podríamos reseñar el hecho en sí y el dato de la escasez de fondos que hizo que la restauración del pórtico no se terminara. Sin embargo el Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones nos da en esta ocasión nuevas e interesantes noticias, puesto que la razón de esta renuncia, según se recoge en carta del mismo Lampérez a Agapito y Revilla, fue mucho más importante que el simple hecho de que no hubiera fondos. Lampérez fue el primero que se dio cuenta con claridad del alarmante estado de ruina de la iglesia de la Antigua; tras ello aconsejó al Arzobispo cerrarla al público, y ante tal situación y la imposibilidad de recabar recursos para tamaña empresa dimite dejando el cargo "no queriendo cargar con la responsabilidad moral de proponer gastos que consideraba poco justos por el escaso mérito de la iglesia" (15)
La ruina afectaba sobre todo al cuerpo de la iglesia, pues la torre y la flecha habían sido examinadas en 1903 a instancias del Ayuntamiento, por el arquitecto municipal Juan Agapito y Revilla, y en el informe constaba cómo no ofrecía nada de particular que diera lugar a serios temores.
Como hemos visto anteriormente, Lampérez elude todo tipo de responsabilidad en el asunto y es el arquitecto inspector de la zona, Urioste, quien la asume. En 1908, tras un reconocimiento efectuado en la iglesia se alarmó e hizo oficial su alarma, lo que dio lugar al informe emitido por los dos arquitectos locales, Juan Agapito y Revilla y Santiago Guadilla. Algunos fragmentos del informe son especialmente clarividentes y pensamos que es de interés recogerlos textualmente: "El mal estado de las fábricas se acentúa de la cabecera a los pies. La Capilla Mayor y colaterales, aunque en ellas se observen ciertas deformaciones en los nervios y desplomes en muros, se conservan en buen estado. Lo demás puede calificarse de ruina inminente: arcos deformados, empujes mal contrarrestados, grietas, separación de sillarejos, etc.". Recogen también la defectuosa conservación de la armadura de cubierta y algunos detalles más.
Este informe lleva a que se tomen medidas radicales y que no se dé culto en el templo mientras en él no se verifiquen las obras a que haya lugar, para colocarla fuera de peligro (16).
La Antigua se cierra al público y, aunque a propuesta de la Junta de Construcciones Civiles, se nombra arquitecto director de las obras a Ricardo García Guereta, por Real Orden de 6 de marzo de 1908, todavía tendrán que pasar bastantes años antes de que se tome una determinación sobre el camino a seguir.
García Guereta presentó a la subsecretaría de Bellas Artes los proyectos respectivos de restauración de la torre y de franqueo de las fábricas y cimientos, a pesar de que ambos fueron aprobados por Real Orden de 4 de febrero de 1909, en diciembre de ese año todavía no se había realizado nada y el estado de la iglesia, como es fácil de suponer, se hacía cada vez más alarmante (17).
En el informe que este arquitecto había presentado, daba cuenta de la gravedad de la situación, más aún cuando era difícil calibrar el alcance de los daños hasta que no se librase a la piedra de todo el ropaje de yeso que tenía. La torre, según García Guereta, parecía salvable, pero se hacía necesario derribar el muro envolvente, recalzar el zócalo, rehacer parte del ángulo Nordeste, rejuntar los sillares, reponer algunas columnas y trozos de impostas, quitar los antepechos y el reloj, repasar la cubierta del chapitel, colocar un parabrisas y construir una escalera.
Las obras proyectadas comienzan el día 11 de diciembre de 1909, vaciando de tierra los entornos de la torre, con objeto de ver cómo estaba el cimiento y para substituir la tierra por hormigón hidráulico. En los meses sucesivos se llevó a cabo la demolición del muro (fotog. 5) y la construcción de un castillete circundante que, cargando sobre la coronación del resto del muro envolvente recibiese en firme el andamio volado del chapitel. Asimismo se reconocieron detenidamente las fundaciones y pilares del templo, que se hallaban cubiertas con gruesas capas de yeso.
Todo ello evidencia más intensamente el gravísimo estado de deterioro, hasta tal punto que García Guereta ya insinúa que sería más factible una "reconstrucción" que una reparación de los daños.
Será sin embargo Fernández Casanova el que abiertamente proponga en 1912 el derribo de todo, excepto ábsides, torre y claustro. Un año antes había realizado un minucioso y elaborado ,estudio de todo el edificio, publicado en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. En él aporta una serie interesantísima de datos, acompañándolos de los correspondientes planos (18).
Tras este estudio, emite el informe, al que antes nos referíamos, dirigido al Subsecretario de Instrucción Pública y Bellas Artes. Ante el estado de ruina del edificio, propone demoler el cuerpo de la iglesia tan pronto como hubiera servido de provisional apeo para efectuar la restauración de la torre. Su opinión sobre la nueva construcción fue que debía proyectarse de líneas sencillas y severas, con formas inspiradas en el arte ojival para que no produjeran un efecto disonante con lo que se conservaba; es decir, que no desdijera pero tampoco que pretendiera reproducir exactamente la antigua fábrica (19).
Las líneas directrices de este informe son las que se seguirán en las obras posteriores. La documentación relativa a ellas no ha podido ser consultada, pues, según datos obtenidos, obra actualmente en poder de la Real Academia de Bellas Artes de nuestra ciudad, la cual se encuentra en un momento de reestructuración y de obras que hacen impracticables sus archivos (20).
Existen sin embargo algunos datos que dan testimonio de que, en 1917, había dado comienzo el derribo de la iglesia (fotog. 6). Así en la prensa del momento aparecen quejas sobre las molestias que esto crea a los vecinos de la calle Cabañuelas (21).
La demolición continuó por estos años y, en 1921 se plantea la posibilidad de que el retablo de Juan de Juni, que permanecía en la cabecera de la iglesia de la Antigua, fuera trasladado a otro lado, para salvaguardarlo así de los posibles daños que pudiera sufrir con las obras. En el Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de junio de ese año, se da noticia del informe acerca de este traslado, el cual se realizó, instalándose en el altar mayor de la Santa Iglesia Catedral, lugar donde permanece actualmente (22).
Como antes indicábamos, las líneas seguidas en el proyecto de reconstrucción de la iglesia fueron las dadas por Fernández Casanova. Así, una vez terminada, fue calificada como una construcción que "presenta una sencillez escueta, reducida únicamente a sus partes esenciales dentro de una regularidad que, si peca por no ser totalmente exacta en todos sus detalles, no deja de encajar en lo esencial en el sobrio estilo del monumento" (23) (Fotog. 7).
En 1931 las obras debían de estar muy adelantadas, pues existe proyecto de dotar al edificio de un adecuado entorno urbanístico. La iniciativa surge de la Academia de Bellas Artes, su presidente envía, en fecha doce de marzo, una comunicación a la Comisión de Monumentos para que gestionasen del Ministerio de Instrucción Pública y de las autoridades locales, el cumplimiento de determinadas disposiciones legales a fin de que se expropiasen los inmuebles inmediatos a la iglesia de la Antigua y su torre "procediéndose a la urbanización de la plaza donde está enclavado este admirable monumento nacional" (24).
Unos años más tarde, en 1935, se plantea el problema de instalación de la sacristía, pieza necesaria para abrir al culto la iglesia reconstruida. Emilio Moya presenta un proyecto de habilitación del pórtico que consistía en cerrar éste con puertas en sus dos entradas y cubrir con vidrieras los vanos restantes. La Comisión de Monumentos informó positivamente de este proyecto en comunicación a la Dirección General de Bellas Artes, exponiendo que era el único, lógico y viable, pues no enmascaraba con aditamentos extraños el cuerpo de la iglesia. Rechazan asimismo otro proyecto existente que debía consistir, por las referencias que a él se hacen, en habilitar uno de los ábsides para convertirlo en sacristía. Las razones de tal rechazo son que rompía la unidad interior y además restaba espacio a la iglesia (25) .
Este tema de la construcción de la sacristía debió quedar arrinconado hasta que volvió a plantearse la necesidad de abrir al culto la iglesia años más tarde. En torno a 1946, se construyó la actual, adosada a la nave del crucero, junto al ábside de la epístola y que indudablemente rompe la continuidad de líneas del edificio reconstruido (fotog. 8).
Además de la sacristía se plantea también el problema del mal estado del claustro, ya que por estos años se produce un desplome en el contrafuerte de la izquierda que afectará a los otros cinco. Las obras se encargan en 1948 al arquitecto Anselmo Arenillas, el cual en un primer informe da como causas del derrumbamiento la erosión natural y los defectos ocasionados por la mala filtración de las aguas.
El orden propuesto para dichas obras fue, en primer lugar, el desmonte de la cubierta de lo que Arenillas denomina "atrio-porticado", la apertura de zanjas a todo lo largo de fachada, consolidación de la cimentación, haciendo un relleno de mampostería hidráulica, repaso general de toda la sillería, sobre todo en la zona del zócalo y finalmente proyecta armar la cubierta sobre formas o cuchillos para evitar el excesivo empuje en los muros, construyendo un techo raso con vigas vistas, separadas 40 cms. entre ejes. Junto a todo ello se presupuesta una pequeña partida para repaso general de la cubierta de la iglesia y ya proyecta también, aunque no se hará hasta más tarde, unos cierres para los huecos del pórtico que se ven necesarios "por la incivilización y falta de educación de una masa de público que utiliza el pórtico para menesteres poco bienolientes" (26).
Tras estas obras se considera que el edificio reúne condiciones para abrirlo al culto, hecho que se produce en 1952. En la alocución pastoral pronunciada con este motivo, se recoge la larga gestación de esta reapertura, acontecimiento que se produce el sábado 23 de febrero: "largos, pesados, fatigosos han sido los años gastados en su restauración: 44 años cerrada al culto, pero por fin llega: el día venturoso" (27).
El domingo veinticuatro se reseñan en "El Norte de Castilla" los actos del día anterior: traslación del Santísimo desde la penitencial de las Angustias, Misa de Pontifical, Te Deum y la consagración del altar mayor, poniendo en el ara las reliquias de San Miguel de los Santos, San Inocencio, San Mansueto, Santa Benigna y Santa Vicenta. Por la tarde tuvo lugar una velada en el Aula Magna de la Universidad en la que intervinieron, entre otros, don Filemón Arribas y el Gobernador Civil, siendo amenizados los intermedios con la Schola Cantórum y los coros parroquiales (28).
Las últimas obras de las que tenemos noticia datan de 1953, no tienen gran importancia, pero se ven necesarias para el mejor acondicionamiento de la iglesia. Consistieron en cerrar los canales de los tubos de la calefacción, pues se habían ido perdiendo trozos de la reja que tenía; construcción de un cancel de madera con dobles puertas en la entrada; las verjas del claustro y la terminación del altar mayor con la colocación de las gradas (29).
En la actualidad el tema de la Antigua ha cobrado una especial vigencia en lo que respecta fundamentalmente a su entorno urbanístico; las obras de demolición de viejos edificios y los jardines, que, tímidamente estamos viendo crecer, son el inicio de buenos augurios para este bello monumento.
(1) M. ANGEL GARCIA GUINEA y F. WATTENBERG: La Iglesia Románico-Gótica de Santa María La Antigua, Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, T. XIII, p. 148 y siguientes.
(2) J. M. de AZCARATE: Monumentos Españoles, T. III, 2ª. edic. p. 315, Madrid 1954. La bibliografía citada en dicha obra es una de las más completas respecto al tema de la iglesia de Santa María de la Antigua.
(3) A. FERNANDEZ CASANOVA, ob. cit.
(4) M. ANGEL GUINEA y F. WATTENBERG, ob. cit., Recogen los juicios que sobre la iglesia de La Antigua emiten José Caveda en 1848, José María Cuadrado en 1861 y otros.
(5) Archivo Histórico Provincial, Documentación de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Valladolid, leg. 2, fol. 10, 1857.
(6) Idem, leg. 5, fol. 4; 24 junio 1870.
(7) Idem., leg. 8, fol. 171; 12 de diciembre de 1887; fol. 172; 14 de junio de 1888.
(8) Norte de Castilla, 21 de enero de 1897, nº 12.595, 1ª. pág.: La Torre de La Antigua.
(9) Norte de Castilla, 31 de enero de 1897. Da cuenta de las gestiones del Ayuntamiento.
A. H. P., leg. 8, fol. 173: la Comisión solicita al Gobernador que coopere para activar el expediente de La Antigua y para allegar fondos destinados a salvar de la ruina al edificio, especialmente a su torre y arcada.
Idem., leg. 8, fol. 174: también se solicita de la Academia de San Fernando la declaración de Monumento Nacional para la torre y la arcada.
(10) Norte de Castilla, 12 de marzo de 1897.
(11) Boletín de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1897.
Norte de Castilla, 25 de marzo de 1897, nº. 12.655.
(12) PEDRO DE MADRAZO, ob. cit.
(13) A. H. P., Documentación de la Comisión..., leg. 8, fols. 178, 179 y 180. La Academia de la Historia retransmite al Gobernación Civil la comunicación del Subsecretario de Instrucción Pública, de fecha 5 de julio de 1900, manifestando que, a instancia del Cardenal Arzobispo de Valladolid, se había activado el expediente de obras de reparación de la iglesia citada de La Antigua, que se hallaba a informe de la Junta de Construcciones Civiles. Fechado el 1 de octubre y firmado por el secretario C. Fernández Duro.
(14) Idem., leg. 8 y leg. 12.
(15) Boletín de la Sociedad Castellana de Excursiones, nº 114, junio de 1912, págs. 418 y sgts.: carta firmada por D. Vicente Lampérez el 20 de junio de 1912, donde hace un poco de historia de las circunstancias diversas por las que pasó la iglesia de Santa María de La. Antigua.
(16) Informe de los arquitectos Agapito y Revilla y Santiago Guadilla, fecha 21 de febrero de 1908.
(17) Norte de Castilla, 11 de diciembre de 1909. Artículo sobre la restauración de la Antigua, firmado por Ramón Ansúrez.
(18) BSEE, 1911, septiembre, pág. 161. Este artículo ha sido calificado posteriormente como la "primera monografía científica" sobre La Antigua.
(19) BSCE, nº 111, marzo de 1912, pág. 317.
(20) Agradecemos a Dña. Amalia Prieto, directora del A. H. P., los datos que nos ha facilitado sobre tal documentación y las facilidades para consultar lo existente sobre la Comisión de Monumentos.
(21) Norte de Castilla. nº. 23.175, Viernes 16 de marzo de 1917. Buzón del Norte "las molestias de un derribo". Carta dirigida al Sr. Cilleruelo por ser el concejal más popular del distrito.
Anteriormente a 1917, sabemos que se nombra un conservador del monumento con la gratificación anual de 500 ptas. Del 20 de julio de 1915 a 1 de mayo de 1916, desempeña este cargo D. Francisco Pazos y Cellier y al fallecer éste, se nombra en julio a Don José Luis Delibes Presa quien sigue desempeñando el trabajo hasta enero de 1917. Ello apoyaría también que en esta fecha aproximadamente se diese comienzo la demolición del cuerpo de la iglesia (A. H. P., fols. 187-191, leg. 8).
(22) Boletín Real Academia de Bellas Artes de S. Fernando, nº 58, 30 de junio de 1921.
RICARDO GARCIA GUERETA: El Retablo de Juan de Juni de Nuestra Señora La Antigua de Valladolid, Rev. Arquitectura, 1923, pág. 232.
(23) GARCIA GUINEA y F. WATTENBERG, ob. cit.
(24) A. H. P., leg. 12, fol. 45.
(25) Idem., leg. 12, fol. 21.
(26) Archivo del Ministerio de Educación, sección de Bellas Artes, leg. 14.036-23: Proyecto de consolidación y restauración del Atrio-Porticado de la Iglesia de Nuestra Señora de la Antigua de Valladolid. El presupuesto general asciende a 114.269 ptas.
(27) Norte de Castilla, 22 de febrero de 1952.
Boletín Oficial Eclesiástico del Arzobispado de Valladolid; época, 28 de marzo de 1952, pág. 72.
(28) Norte de Castilla, 24 de febrero de 1952.
(29) Archivo del Ministerio de Educación, leg. 14.036. El presupuesto total asciende a 90.000 ptas. .
* Agradecemos al profesor J. Urrea que nos haya facilitado esta fotografía para su publicación.