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A M.. Angeles Rodríguez Gil, natural de Fuensaldaña, enamorada de su pueblo.
El trabajo que sobre la localidad de Fuensaldaña se expone a continuación va a estar situado a mediados del siglo XVIII, teniendo como base de estudio lo contenido en las Respuestas Generales a la «Vnica Contribución sobre la Renta» ordenada por don Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, «el mayor ministro que ha tenido la monarquía desde su creación», según el Padre Isla.
El Marqués de la Ensenada trató de unificar en una sola la multitud de contribuciones e impuestos que por numerosísimos conceptos estaba establecida, en algún caso desde tiempos medievales; pero las resistencias que halló fueron de tal entidad, que no le permitieron poner en práctica un sistema que habría ahorrado gastos de recaudación y llegado a repartir con equidad las cargas de la nación.
De todas formas, los datos concretos que las Respuestas Generales nos ofrecen constituyen de por sí una valiosísima fuente de información respecto del estado socioeconómico, agrícola, sanitario, etc., de la que ningún investigador modesto o famoso puede prescindir.
En la Edad Media los reyes de Castilla -y antes los de León- se vieron precisados a otorgar a algunos de sus vasallos, cada vez más poderosos, condados y señoríos a fin de asegurarse con sus servicios y lealtad la estable seguridad de la corona que ceñía sus sienes. Ello hizo que se compilaran todos estos señoríos en un libro llamado «Becerro de las Behetrías», en el cual tomaban carta de naturaleza todos ellos.
Uno de estos señoríos fue el de Fuensaldaña, que a mediados del siglo XVIII pertenecía al marqués de Alcañices, conde de Grajal y Villanueva, al que se añadió el condado de Fuensaldaña, condado que por su minoría de edad señoreaba su madre la condesa, a la sazón residente en Madrid.
El señorío de este último condado limitaba por Levante con los términos de Valladolid y Cigales; por Poniente, con Valladolid y Villanubla; por el Norte, con el de Mucientes, y por el Sur, con Valladolid y el Despoblado de San Miguel de Pedrosa, teniendo 10 Kms. de Levante a Poniente, 4.125 de Norte a Sur y un perímetro de 5 leguas; es decir, 27,8 Kms., estando en este perímetro incluido el término de San Pedro de la Pedrosilla, donde había un «zercado con árboles frutales y el nuebo que ha ejecutado la Villa en un prado de ella en fuerza de las órdenes de la Corte», la figura de cuyo polígono era como la que aparece seguidamente:
El término de Fuensaldaña tenía 7.000 obradas. La obrada es una medida agraria de superficie que equivale a 600 estadales normalmente; el estadal, otra medida, ésta de longitud, de cuatro varas, equivalente a 3 metros y 334 mm.; pero en Fuensaldaña el estadal equivale a 3,5 varas castellanas de 10 tercias cada una.
Sobre este territorio, pues, tenía dominio el dicho conde, el que, por derecho de vasallaje, percibía de los vecinos de Fuensaldaña, sus vasallos, la simbólica cantidad de carros de paja y gallinas por valor de 800 reales, cifra superior en 200 a los ingresos anuales de un jornalero agrícola, que recibía 2 reales diarios por día trabajado.
El casco de la población estaba situado sobre una superficie de 25 obradas, o sea de 125 m2, donde se contaban 136 casas habitables y 10 arruinadas; de estas, 6 hechas solares.
También tenía Fuensaldaña un mesón, arruinado por la desidia del Concejo, a quien pertenecía; un corral común para el ganado, una carnicería, una fragua igualmente propia del Concejo, así como unas paneras con lagar que eran las Tercias donde se recogían los tres tercios que formaban el diezmo de las cosechas efectuado por los vecinos. Además, en las afueras había un cortijo propiedad de un vecino, y el castillo-fortaleza propiedad del señor, que era utilizado por éste para panera.
Este pueblo presumía de cierta riqueza vitícola, ya que sus 594 aranzadas cubiertas con 237.600 cepas llegaban a producir algunos años más de 7.000 cántaras de vino; es decir, cerca de 126.000 litros. En años de abundante cosecha de uva era tanta la cantidad de mosto producido, que los 14 lagares que tenían las 14 bodegas situadas en la Cuesta del Sol rebasaban la capacidad de sus 42 grandes cubas, capaces cada una de ellas de contener 165 litros de vino, teniendo que exportar sus excedentes de racimos de uva negra como blanca, más de ésta que de aquélla.
Pero la verdadera importancia en orden a la producción de esta villa no residía en su menguada ganadería, compuesta por bueyes, mulas y yeguas para la labranza y las 1.200 cabezas de ganado lanar, ni tampoco por su producción vinícola, no desdeñable, como acabamos de ver, sino por su rendimiento cerealista. Fuensaldaña, como otros tantos pueblos de Castilla, era el típico pueblo de tierra de pan llevar; en sus 4.000 obradas de sembradura se alternaban los pardos de los barbechos con los verdes de sus sembrados en primavera, o el oro de sus espigas en verano, sin que el escaso número de álamos y árboles frutales fueran capaces de quebrar el monocorde concierto de la espiga, la tierra y el cielo castellano.
En efecto, Fuensaldaña producía un año tras otro trigo armún, trigo morcajo (1), cebada y avena en estas cantidades:
Trigo armún....................7.600 fanegas = 326.800 Kgs. Trigo Morcajo................. 3.000 “ = 129.000 “ Cebada.........................1.600 “ = 54.400 “ Avena..........................4.000 “ = 112.000 “
Por tanto, en primer lugar de la producción se sitúan los cereales, con 4.558 Qm. de trigo de ambas clases; 1.120 Qm. de avena y 544 Qm. de cebada.
Seguidamente el vino, con 1.260 Hl., y luego, ya a mucha distancia, las leguminosas y productos hortícolas y frutícolas, que no hacían sino cubrir las necesidades alimentarias de los 450 habitantes del pueblo.
En último lugar deben citarse los abastos de carne, que se hacían con el obligado en carnicería y huevos y leche de oveja o cabra, así como la miel que producían las 91 colmenas de los 4 colmenares existentes, que ascendía un año con otro a unos 180 azumbres. El resto de los artículos de abastecimiento, como pescado, aceite, velas, telas, calzado, etc., etc., eran provistos por los mercaderes que especialmente desde la capital, Valladolid, surtían a los pueblos de su entorno.
Atendiendo a otra cuestión fundamental, para tener una idea de la capacidad adquisitiva del vecino de Fuensaldaña a mediados del siglo XVIII, pueden señalarse los precios de algunos artículos y los ingresos de algunas profesiones:
Precios
Reales / fanega Rs./Kilo
Trigo armún...................12,5...........=.......0,29
Morcajo........................9.............=.......0,20
Garbanzos.....................25.............=.......0,62
Ternera......................................=.......4,50
Aceite.......................................=.......1,50
Pollo........................................=.......1
Vino (Rs./litro).............................=.......0,25
Ingresos
.......................................Reales diarios
Escribano................................7,5
Cirujano.................................6
Albañil..................................3
Cantero..................................4,5
Herrero..................................3
Sastre...................................3,5
Jornalero................................2
Maestro de niños.........................1,5
La sociedad de Fuensaldaña era la típica del medio rural, y aunque la convivencia diaria eliminaba las grandes distancias establecidas en las ciudades en las cuales cada clase social era un compartimento estanco, no por eso se confundían hasta unificarse. En el fondo, cada uno por su situación económica o profesional se sentía unido a otros de sus mismas características y, por tanto, diferenciado de los demás, aunque las relaciones entre unos y otros tenían el calor humano que faltaba en la ciudad. Por todo ello podríamos hablar de tres diferenciaciones sociales o tres estamentos, que podrían fijarse así:
1º El clero, constituido en Fuensaldaña por tres sacerdotes, y las profesiones liberales, representadas por el escribano (hoy se llamaría notario) y el cirujano, aunque éste en el nivel más inferior de todos ellos.
2º Algunos acomodados labradores.
3º El resto; es decir, las profesiones y oficios que constituía la amplia base social del pueblo: panaderos, albañiles, canteros, herrero, carretero, sastre, jornaleros, pastores y zagales, mayorales de campo y de ganado, pequeños labradores y molinero.
Y, claro está, sobre todos ellos, en situación prominente, el señor: el conde.
Sin embargo, no deben olvidarse las 28 religiosas que poblaban el convento de la Concepción, perteneciente a la Orden de Franciscanas Descalzas, las que, por su peculiar condición, no pueden ser encasilladas en ninguno de los tres niveles enunciados, y que eran objeto de la consideración y respeto de todos ellos. Del mismo modo, el Concejo o Ayuntamiento como institución oficial, porque tanto el alcalde como los regidores o concejales, privadamente podían pertenecer a uno u otro concepto social, pero como representantes de la autoridad, no; por ello, por estar situados en un especial y elevado nivel formaban un estamento social distinto.
Antes dijimos que Fuensaldaña tenía, entre otras cosas, una carnicería; pero al respecto debe añadirse la forma en que se accedía a esta actividad. Era normal en aquella época que la carnicería la llevase un obligado; es decir, una persona, preferentemente vecino del pueblo, a quien mediante subasta le era adjudicado el negocio de carnicería a cambio de obligarse (de aquí la palabra obligado), de comprometerse, a tener al pueblo abastecido de carne pagando una renta al Concejo, de quien era la casa donde se instalaba la carnicería, si bien en este caso el Concejo de Fuensaldaña no cobraba renta alguna.
Por otra parte, en el pueblo, aunque no de forma permanente, había treinta y una personas que se dedicaban a la actividad de panadería. Está claro que una villa de 450 habitantes no podía sostener a 31 panaderos, ya que si así hubiera sido, cada panadero tendría que trabajar solamente para 14 personas, por lo que la deducción se hace inevitable: el pan elaborado en Fuensaldaña era, en su mayor parte, vendido en Valladolid, como así consta al propio tiempo que el sobrante de sus caldos, con arreglo a las Ordenanzas sobre meter el vino en Valladolid de noviembre de 1579 y otras posteriores.
En cuanto a los bienes comunes, o del Municipio, consistían en los siguientes:
Un molino, el cual era movido por un arroyo, sin agua la mayor parte del año; una cantera; el derecho de cuarto de fiel medidor, derecho que fue adquirido por compra hecha a S. M. el Rey; diferentes prados (en total, Fuensaldaña tenía 168 obradas de prados, o sea unos 840.000 metros cuadrados); el mesón, la casa del matadero, la casa de la carnicería, las casas del Concejo, la de la fragua, las eras y los páramos, «que todo su producto será el de zinco mill y quinientos reales vellón».
Por lo que respecta a los gastos de dicho municipio, eran los siguientes:
A los alcaldes (había dos: uno perteneciente al estado noble y otro al estado llano, como en todos o casi todos los lugares, villas y ciudades), 18 reales al año (9 Rs. a cada uno por razón de varas); a los Regidores, 12 Rs. (3 Rs. a cada uno); al Secretario, 550 Rs.; al Alguacil, 22 Rs.; al Mayordomo de Propios (encargado de administrar los propios; es decir, los bienes del Ayuntamiento que antes se han relacionado), 80 Rs.; por recoger el pan (los cereales) del Señor, 80 Reales; por el paneraje (o sea, por acarrear las mieses o pan a la panera del señor; es decir, el castillo, como ya se ha apuntado anteriormente), 29 Rs. y 14 maravedís; por la función (fiesta local) y rogativa de San Pedro de la Pedrosilla, 200 Rs.; por la bendición del campo, 170 Rs., y por el papel sellado, 18 Rs. Total, 1.375 reales y 14 maravedís.
Por tanto, el movimiento económico municipal era en 1751:
Ingresos..................5.500 Rs.
Gastos....................1.357 Rs. y 14 mrs.
UPERAVIT..................4.143 Rs. y 14 mrs.
Finalmente, se debe hacer constar que, como en todos los pueblos y ciudades de Castilla, era normal que Fuensaldaña tuviera pobres. Estos eran de dos clases: los simplemente pobres, que eran todos aquellos que carecían de bienes raíces que pudieran ser legados a sus herederos a su fallecimiento; es decir, los jornaleros, y aquellos que tenían un oficio artesano (carpintero, pellejero, botero, carretero, arriero, tundidor, cestero, etc., etc.) y los pobres de solemnidad; es decir, aquellos que vivían de la mendicidad, teniendo que pedir limosna para poder sobrevivir.
Pues bien, el número de pobres de solemnidad que había en Fuensaldaña a mediados del siglo XVIII, concretamente en 1751, era el de DOCE.
Algunos de estos pobres, cuando enfermaban eran recogidos en el hospital «...yntitulado de San Andrés, que su manutenzión y conseruazión está a cargo de la Cofradía sachramental de la Yglesia de ella y que por sí dho hospital no tiene vienes ni rentas algunas...»
Desde la Edad Media había en cada Lugar, Villa o Ciudad un hospital para la recogida y cuidado de los transeúntes pobres -como ya hemos señalado en otras publicaciones-, pero en la práctica no en todos los sitios aparecían, por lo que, sobre todo en el siglo XVIII, eran más los pueblos en los que no existía hospital que aquellos en los que se erigían.
Como normal general, puede establecerse el hecho de que en todas las ciudades había uno o varios hospitales. En los pueblos de cierta importancia (Medina del Campo, Tordesillas, Simancas, Tudela de Duero, Portillo, Mojados, Peñafiel, etc., etc., existía uno o dos, como en el caso de Portillo y otros lugares). En pueblos de menor importancia también figuraba, pero de forma muy precaria. En otros muchos pueblos, de muy escasa densidad de población, generalmente el hospital brillaba por su ausencia.
Por esto, podrían establecerse tres categorías de centros asistenciales u hospitales:
1º Los edificios que disponían de habitaciones, camas con sus ropas y rentas para su mantenimiento.
2º Los que disponían de una o dos camas y la Cofradía a cuyo cargo estaba el hospital atendían las necesidades más perentorias de los pobres que se acogían a él.
3º Los que sólo disponían de un cuartucho carente de camas y asistencia, en los que el pobre de solemnidad podía refugiarse cuando se encontraba enfermo o era transeúnte, para poder pasar la noche sobre un montón de paja por cama, protegiéndose del frío con sus propios andrajos.
Pues bien, éste parece ser el caso del hospital de Fuensaldaña, ya que, como hemos visto, textualmente se declara de modo oficial en las Respuestas Generales que «...no tiene vienes ni rentas algunas...»
En este caso, cuando algún pobre de solemnidad de los doce que el pueblo tenía en 1751 era afectado por la enfermedad y carecía de familiar que lo atendiera, la Cofradía Sacramental de la parroquia se encargaba de él, y los cofrades sufragaban los gastos de su manutención y entierro cuando fallecía, así como los funerales correspondientes, o bien afrontaba los que se producían cuando era trasladado al hospital de otro lugar -normalmente al de Esgueva, de Valladolid-, donde era atendido hasta su curación o su muerte, que era lo más corriente.
Aquí se hace punto final a una exposición que necesariamente había de ser variada en su temática y brevísima en su exposición, ya que la fuente utilizada, el Archivo General de Simancas, no aconseja disgresiones que pudieran estar fuera de lugar y que podrían desencajar lo que tan bien encajado está *.
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(1) Trigo armún se llamaba en el siglo XVIII al trigo limpio sin mezcla alguna de cualquier otro cereal; el trigo morcajo era una mezcla de armún y centeno a partes iguales. Ambos, el armún y el morcajo eran Panificables; éste era inferior en calidad y precio a aquél, pero superior en ambos conceptos al centeno.
* Este fue el articulo póstumo entregado a la Revista por J. L. Martín Viana y que ahora publicamos como tributo de admiración y afecto a su memoria.