Si desea contactar con la Revista de Foklore puede hacerlo desde la sección de contacto de la Fundación Joaquín Díaz >
La publicidad actual, con sus anuncios para radio y televisión, ha venido a sustituir a un género tan tradicional como el pregón; esa sustitución, lógicamente, se llega a dar porque buena parte de los ingredientes del pregón se repiten o están presentes en las nuevas producciones. Así, por ejemplo, la melodía -con un tonillo pegadizo para que se recuerde mejor- o la letra, que suele contener el nombre del producto pregonado para familiarizar al público con la mercancía. Varía, por supuesto, la puesta en escena, ya que en el caso del pregón la alocución es personal y directa; también la venta, pues en esta circunstancia se produce inmediatamente después de la oferta que, de este modo, tiene más de aviso que de proposición como sucede en el anuncio. Ese aviso, gracias al tono y a la fórmula musical empleados, era identificado perfectamente por los posibles compradores o clientes, que salían a la calle para adquirir los productos pregonados o para contratar los servicios ofrecidos por artesanos y componedores ambulantes. Todo tipo de mercancías eran, de esta manera, presentados a la venta de forma eficaz y práctica: Productos naturales (tanto flores, frutas y hortalizas, como alimentos derivados de animales); productos elaborados (desde dulces y derivados de matanza, hasta bebidas); productos artesanales y manufacturados (desde el ajuar de la casa hasta aperos y útiles para la labranza); y finalmente, una legión de operarios ambulantes (lañadores, componedores de sillas, afiladores, etc.), ofrecían su trabajo anunciándose con el solo reclamo de su voz. Estamos, pues, en este caso, ante un género cuya forma anterior ha pasado a ser motivo de estudio histórico, etnológico o arqueológico, mientras que su contenido permanece y se actualiza gracias a una evolución inteligente y natural.