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Revista de Folklore número

100



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LOS MOLINOS PAPELEROS EN LA RIOJA (Siglo XVIII)

RAMIREZ BAÑUELOS, José Mª

Publicado en el año 1989 en la Revista de Folklore número 100 - sumario >



En el siglo XVI, en La Rioja, funcionaban al menos tres molinos de papel. Probablemente fuesen más. Los Protocolos Notariales de esta época nos dejan constancia del molino papelero que en la ribera del Ebro, muy cerca de Logroño, tenía la familia Soria; el molino y la papelería de Francisco Barnuevo, no lejos de Lardero en el río Lomo, un brazal del río Iregua que nace en Alberite, y, por último, la papelería de Antonio de Espinosa y Bartolomé de Nájera, próxima a Baños de Río Tobía, en el cauce del Najerilla.

Los Soria fueron una importante familia logroñesa que durante el siglo XVI monopolizaba buena parte de los molinos que se asentaban en la ribera del Ebro más cercana a la ciudad; entre ellas, un molino de papel. Bernaldino de Soria, abad de San Juan y canónigo de la Iglesia Colegial de Santa María de La Redonda, es el primer miembro de la familia que aparece dirigiendo la papelería en 1525. Compartía esta tarea con su hermano Hernando de Soria, regidor perpetuo de la ciudad en 1543 (1), y uno u otro se encargaban de comprar los trapos, contratar los papeleros y arrendar los molinos. Es probable que en la papelería de los Soria estuviesen trabajando en torno a 1525 la familia Viana: Cristóbal de Viana, Rodrigo de Viana, su hermano, y el cuñado de ambos, «Pierres», todos ellos papeleros (2). En 1533, también como papeleros trabajaban Pedro de Sevilla y un tal «Maestre Pedro», que bien podría ser el «Pierres» vinculado a la familia Viana. Elvira Fernández, viuda de Hernando de Soria, compra el 3 de marzo de 1551 a Juan de la Torre, vecino de Robles (3), una muela nueva para el molino de las papelerías (4). Desde 1567 hasta por lo menos 1588, Francisco de Soria, hijo de Hernando de Soria y Elvira Fernández, regidor perpetuo de Logroño desde 1545 a 1560, y regidor electo en 1572 (5), se encarga del manejo de la papelería. El molino estuvo funcionando hasta el umbral del siglo XVII, y una gran parte de los papeleros que encontramos en Logroño a finales del XVI que no trabajaban en la papelería de Francisco Barnuevo, debieron de hacerlo en los molinos de los Soria (6).

Si la familia Soria mantenía una destacada posición social en la ciudad, no se quedaba a la zaga Francisco Barnuevo Cabredo, propietario del molino papelero del río Lomo. Como Hernando de Soria y Francisco de Soria, fue regidor electo en 1573,1584,1599,1602, 1609, 1612, 1619, 1622, 1625 y 1628, y regidor perpetuo entre 1588 y 1596. Con seguridad, fue el miembro del Concejo logroñés que más veces repitió su cargo de regidor en los siglos XVI y XVII (7). Su molino fabricaba papel ya en 1595, pero apenas sabemos nada de él antes de 1597, cuando más generosas se muestran las fuentes documentales de la mano del escribano Juan Martínez de Berlanga. Hasta 1610 habían pasado por su papelería 16 artesanos del oficio, desde maestros papeleros a maestros de martinete, carpinteros y mozos aprendices.

Poca cosa sabemos del molino papelero de Baños de Río Tobia. Unicamente que allí trabajaban en los años setenta y ochenta Bartolomé de Nájera y Antonio Espinosa. No debían de irles muy bien las cosas a estos papeleros del valle del Najerilla cuando a Antonio Espinosa el librero najerense Pedro Pérez Cortés le tiene que prestar 180 reales para salir de la cárcel, cantidad que ya fuera de la cárcel Espinosa se compromete a devolver en resmas de papel (lo que nos induce a suponer que Antonio Espinosa era el propietario del molino (8). En 1596 Bartolomé de Nájera se establece en las papelerías de Logroño, al igual que Pedro de Barrioyuso, también de Baños, que es contratado por Barnuevo en 1599 (9), seguramente porque en Baños, quizás debido a la competencia de las papeleras logroñesas, el molino dejó de funcionar. Lo cierto es que en los últimos años del siglo XVI no queda rastro documental en los libros de la parroquia de San Pelayo, de Baños, de las familias de Bartolomé de Nájera y Antonio Espinosa. Coincidiendo con este hecho, Pedro Pérez Cortés, cliente asiduo de Espinosa, tras una estimable actividad librera y encuadernadora en las comarcas de Nájera y Santo Domingo de la Calzada, se traslada a Valladolid, donde continuó trabajando hasta 1600.

Hay que precisar, sin embargo, que algunos oficios artesanales, sobre todo los relacionados con el papel, el libro y su comercio, estaban obligados a llevar una vida errática y andariega que en muchos casos y en breves períodos de tiempo, aupaban o desbancaban la actividad artesanal de una población o una comarca, dependiendo, claro está, de si se suscitaba o no una demanda interesante. Existía en el siglo XVI un movimiento incesante de maestros, oficiales y aprendices. En la producción papelera, la comarca riojana fue casi siempre receptora de artesanos extranjeros o de otras comarcas. De esta manera se obstaculizó que cristalizara una tradición artesanal local, y que se perpetuasen las habilidades del oficio más allá de los momentos críticos, que obligaban a los artesanos a instalarse en otro lugar con una demanda más favorable. Además, los molinos de papel eran fácilmente reconvertibles en molinos harineros o trujales.

Pese a que la papelería de los Soria estuvo funcionando durante casi todo el siglo XVI, los últimos asientos que contrata Barnuevo en su molino en 1597 y 1599 los realiza con papeleros extranjeros, franceses y genoveses, aunque, eso sí, entre las cláusulas del contrato se insiste en la obligación de que los papeleros mantengan al completo la plantilla de maestros, oficiales y mozos aprendices del molino (10). Aun así, no he encontrado a ninguno de estos oficiales, maestros y mozos, casi todos ellos de las comarcas o regiones próximas, trabajar en más de un asiento, al contrario que los papeleros extranjeros, que sucesivamente van renovando su contrato con Barnuevo en 1598, 1599 y 1602. Indiscutiblemente, después de casi un siglo de asentamiento de la actividad papelera en La Rioja, siguieron siendo los extranjeros, sobre todo franceses, quienes fabricaban el papel. y cuando dejaron de fabricarlo, siguió siendo el papel francés o genovés el abastecido a los impresores, libreros y escribanos riojanos.

A mediados del siglo XVIII, cuando en Logroño resucitó discretamente la actividad de los libreros e impresores (aunque nunca como en el siglo XVI) , encontramos un tímido vestigio de lo que fue la producción papelera en el molino de papel de estraza de Albelda, en el cauce del río Iregua. Eugenio Larruga lo nombra por dos veces en sus «Memorias políticas y económicas» al tratar esta industria en Soria, Burgos y La Rioja (11). A su propietario, Manuel de Fuenmayor, se le estimaba un beneficio de 800 reales de vellón por las 500 resmas de papel que fabricaba al año (12).

Rara vez los propietarios de los molinos se hacen llamar «papeleros». Este término se lo asignan los fabricantes de papel y los artesanos del molino. No obstante, los propietarios conocen bien el oficio, y así encontramos al hijo de Francisco Barnuevo trabajando como mozo en la papelería de su padre a las órdenes de los hermanos Ginester.

Los contratos entre propietarios y papeleros no son un simple arrendamiento del molino. Los asientos acordados en la papelería de Barnuevo de 1597 a 1605 exigían una estrecha actividad entre propietarios y papeleros, lo que a veces hace difícil distinguirlos.

En el molino del río Lomo, después de una importante ampliación iniciada en 1595 (13), y tras poner a punto los martinetes del molino en 1597 (14), Barnuevo contrata a una compañía de fabricantes de papel formada por Ambrosio Billán (genovés), Lucas Allaván, Pedro Allaván y Arnao Ginester (franceses) (15). Durante un año se comprometían a mantener en funcionamiento el molino y la papelería, conservar todo el instrumental del oficio en buen estado y continuar con todos los empleados del molino a su costa. Francisco Barnuevo se obligaba, por otro lado, a surtir de todo lo necesario a la compañía y reparar todas las averías del molino; él compraba todo el papel fabricado por los papeleros a tres reales la resma del papel fino, el papel «de imprimir» y el llamado papel «de proceso»; a real y medio el papel de estraza, y a cuatro reales, la resma del papel más fino y de mejor calidad, el «papel mezán», siempre y cuando estuviese «encolado, bruñido, prensado y atado y acavado de toda perfeziom».

El contrato se prorrogó por un año más en 1598. El 10 de abril de 1599, después de un período breve de inactividad, aprovechada para culminar las obras emprendidas en 1595, se acuerda un nuevo asiento con Arnao Ginester y su hermano Juan (16). Tras dos años de actividad, la compañía franco-genovesa se había disuelto con un déficit de 62.321 maravedís. Las condiciones del nuevo asiento eran parecidas a las del asiento de 1597. Esta vez el contrato se alargaba por tres años (desde el 10 de abril de 1599 al 10 de abril de 1602), y se introducía una condición nueva: por cada 10 arrobas de trapo entregadas por Barnuevo, los papeleros tenían que elaborar 14 resmas de papel, contando con que la resma de papel fino había de pesar entre 8 y 8 y media libras catalanas, y la resma de papel mezán, 15 libras por lo menos (17). Contratando el trapo y controlando el peso del papel, el propietario del molino se aseguraba de que el papel elaborado reuniese la calidad deseada y no estuviese adulterado con materias que no fuesen el trapo o la cal. Jaime Fábregas, en el memorial que presenta para la construcción del molino de papel de Pamplona a mediados del siglo XVIII advierte a la Junta del Hospital lo que debía de ser todavía una práctica muy común entre los papeleros: «Se deve cuydar en gran manera que no se ponga yeso a la tina, porque es un fraude, que ahorra trapos, pues la rresma que según los trapos pesaría sin yeso 6 libras, llegará a pesar 8 con el yeso, y el papel es defectuoso, porque cada, y no recibe la cola muy bien: Esto suele suceder quando cada se ajusta con los fabricantes al Dueño del Molino, que le dará los trapos y a proporción ha de dar el Paper de peso determinado» (18). Es por ello que los propietarios de los molinos suelen contratar personalmente los trapos.

Es seguro que el asiento se prorrogó en 1602 por lo menos hasta junio de 1606, cuando encontramos al hermano pequeño de los Ginester dirigiendo la fabricación de papel en el molino de Barnuevo (19), ganándose entonces ya la confianza del propietario del molino, pues él mismo es quien concierta con Juan Ortiz 200 arrobas de trapo «en las papelerías y martinete de Barnuevo» (20).

La materia prima con la que se elaboraba el papel era el trapo, de lino para el papel fino y de cáñamo para el de estraza (jamás la lana) (21). En la papelería los trapos se limpiaban de toda suciedad y polvo, clasificándolos por calidades y cortándolos en pequeños pedazos. Humedecidos, se dejaban reposar en una tina hasta que empezaban a pudrirse y a fermentar. Evitando que se pudrieran totalmente, se batían en los morteros del molino, humedeciéndolos constantemente con un chorrito de agua limpia, hasta que se formara una pasta «como manteca». Después de esta primera molienda, se dejaba reposar la pasta en un aljibe, mezclándole agua y cal viva, muy limpias, para que la pasta fuese adquiriendo el color blanco, «hasta venir clara como la leche». Sucesivamente, la pasta iba pasando de los morteros al aljibe y nuevamente a los morteros; cuantas más veces se repitiera esta operación, más fino y de mejor calidad resultaría el papel. El papel de estraza, de peor calidad, se conformaría con pasar por los morteros y el aljibe una sola vez. Cuando la pasta estaba convenientemente molida, se la dejaba descansar en el aljibe; dentro del aljibe se introducían los moldes del papel, generalmente del tamaño de un pliego, compuestos por un marco de madera trenzado por una fina rejilla de alambres a la que se le incorporaba también la marca del papel. Fuera del aljibe se escurría el agua de la pasta del papel por entre la red de alambres de los moldes. Vaciado el molde, el pliego de papel pasaba por bayetas y prensas hasta que desapareciese la humedad. Ya seco, el papel se alisaba, se le quitaban los grumos, se recortaban los márgenes y se desechaban las piezas defectuosas. Finalmente, se encolaba y se tendía en un secadero, que generalmente se situaba en el piso más alto y aireado del edificio. Apilado por resmas, el papel ya estaba listo para ser usado. En los talleres de los libreros, encuadernadores e impresores se remataba el perfeccionamiento de los pliegos; es muy común encontrar en los inventarios de estos artesanos prensas, cuchillas de raspar, tijeras, cepillos, brochas de encolar, pequeñas piedras y mazos para batir, reglas, compases, etc., que completarían la calidad del papel.

El papel fino, hecho con los mejores trapos de lino, venía a pesar entre 12 y 15 libras catalanas la resma. De 15 libras la resma era el papel «mezán» que Francisco Barnuevo fabricaba en su molino (22). El papel común de menor calidad lo fabricaba Barnuevo de 8 a 8 libras y media la resma, muy parecido al papel de 9 libras la resma que Matías Mares utilizó en sus impresiones de 1588 procedente de la papelería de Francisco de Soria.

Para el manejo del molino y para mantener un continuado aprovechamiento de la papelería era imprescindible un numeroso grupo de artesanos que se ocupasen de las diferentes tareas: preparar los trapos, cuidar los aljibes, introducir los moldes, secar los pliegos, bruñir, encolar, etc. Para atender con holgura la producción de los 9 morteros que, por la menos, había de tener el molino de Pamplona, Fábregas recomienda 7 personas trabajando, como mínimo, con las que se conseguiría elaborar con facilidad 9 resmas de papel al día (23). No sabemos cuánto papel producían los molinos de Logroño en el siglo XVI; sin embargo, sabemos que en el asiento concertado en el molino de Barnuevo en 1597 había 7 artesanos trabajando: Ambrosio Billán, Lucas Allaván, Pedro Allaván, Arnao Ginester Jerónimo de Estrada, Martín Ruiz y Juan Navarro Larrieta. Si nos atenemos a la productividad indicada por Jaime Fábregas, los siete artesanos de Barnuevo bien podrían elaborar 9 resmas de papel al día, unas 3.000 resmas al año. Claro está que desconociendo el número de morteros y el comportamiento del caudal del río Lomo, la cifra de 3.000 resmas al año es una mera suposición.

Ciñéndonos a que la proporción que Francisco Barnuevo exigía a sus fabricantes de producir 14 resmas de papel por cada 10 arrobas de trapo era cumplida más o menos por los papeleros; en el molino del río Lomo entraban aproximadamente unas 2.100 arrobas de trapo a finales del siglo XVI para elaborar esas 3.000 resmas de papel al año. Una producción similar debía de tener el molino de los Soria en 1525. El 24 de abril de 1525, el canónigo Bernaldino de Soria contrata 1.200 arrobas de trapo «las mil de blanco e dozientas de estraçaa» (24) con Diego de Baños, vecino de Matute. Ese mismo año, Francisco Nestares recibe de Hernando de Soria 4.000 maravedís por 1.000 arrobas de trapo (25). En total se contrataron 2.200 arrobas de trapos. Probablemente, durante ese año de 1525 saliesen de las papelerías de los Socia más de 3.000 resmas de papel.

Los contratos de trapos que he podido recopilar en los Protocolos Notariales no son más que una pequeña muestra de los que realmente hubo. De los nueve que poseo en estos momentos, los que corresponden a los últimos diez años del siglo XVI y primeros del XVII -pertenecientes casi todos ellos al molino de Barnuevo- tienen una tipología similar: se suelen acordar durante un año, a lo largo del cual el trapero se compromete a surtir una cantidad de trapos variable entre 100 y 400 arrobas. Sin embargo, los contratos anteriores a 1590, por lo general correspondientes al molino de los Soria, se capitulan por tiempo y cantidad de arrobas muy variables, y a veces con curiosas precisiones. Ya vimos cómo Bernaldino de Soria contrataba con Diego de Baños 1.200 arrobas durante un tiempo no determinado. El 18 de junio de 1538, Francisco de Nestares, vecino de Viana (Navarra), se comprometía a entregar a Hernando de Soria todo el trapo blanco que pudiera reunir en cuatro años, a razón de 20 arrobas cada mes (26). En 1567, un francés, Bernald Cudie, se obligaba a entregar en las papelerías de Francisco de Soria 80 arrobas de trapo durante tres meses, a diferente precio la arroba de trapo, dependiendo de la distancia: 46 maravedís por cada arroba de trapo traída desde hasta 5 leguas alrededor de la papelería; 48 maravedís la traída hasta 8 leguas, y 51 maravedís, desde más de 8 leguas (27). A diferencia de su padre, Francisco de Soria prefiere contratar pequeñas partidas de trapos durante períodos de tiempo breves. El papelero Pedro de Bartolomé, que presumiblemente trabajaba en la papelería de los Soria, continuó con los contratos de larga duración. En 1582 acuerda con Martín Aparicio, de Burgos, que durante tres años le venda todo el trapo que le sea posible reunir, sin límite, y en caso de que el tiempo no permitiese salir a buscar el trapo, Bartolomé se comprometía a darle trabajo en la papelería, pagándole el jornal correspondiente hasta que el tiempo fuese más propicio (28).

Con esta relación de contratos podemos reconstruir una serie de precios del trapo a lo largo del siglo XVI:
-1525: 40 maravedís / arroba de trapo.
-1538: 42.
-1567: 46-51.
-1582: 51.
-1596: 60.
-1597: 64.
-1605: 68.
-1606: 85.

Principalmente fueron cuatro las causas que abocaron a las papelerías riojanas a la desaparición a principios del siglo XVII. Además de la ausencia de un artesanado local, como ya comentábamos al principio de esta exposición, habría que añadir ahora el encarecimiento del trapo. Como se refleja en la tabla de precios anterior, en menos de un año el precio del trapo subió tanto como en los veinte años anteriores. Coincidiendo con esta fuerte subida, desaparecen de las fuentes documentales las alusiones a molinos papeleros en Logroño. El encarecimiento del trapo y la ausencia de papeleros locales precipitaron mortalmente la actividad de los molinos de papel, cuando ya desde finales del siglo XVI la inexistencia de una demanda local y comarcal, y la competencia del papel genovés y francés habían sentenciado el final de los molinos riojanos.

En la segunda mitad del siglo XVI Logroño conoció más libreros que en todo el siglo XVII y XVIII (29). Ya vimos cómo el fin de la papelería de Baños coincidió con la ausencia del librero Pedro Pérez Cortés de la comarca de Nájera. Similar «espantada» de libreros se produce en Logroño a finales del XVI y principios del XVII; frente a los catorce libreros de la segunda mitad del XVI, sólo encontramos a dos en los primeros años del siglo XVIII (30), en el momento en que las papelerías riojanas dejaron de funcionar. Con la ausencia de los libreros se frustró un importante mercado cercano del papel, y, a la contra, el final de las papelerías obligaría a los libreros a trasladarse a otros centros de actividad librera. Hacia el año 1610 este círculo vicioso debió de dar resultado. Por supuesto, hay razones, como la peste que asoló a Logroño en 1599, tanto o más poderosas para explicarnos la ausencia de los libreros de Logroño. Pero los molinos papeleros, a diferencia de los libreros, no podían trasladarse a los centros de población demandantes, sino que tenían que mantener y cuidar la demanda de su entorno. Cuando ésta desapareció, desaparecieron con ella los molinos papeleros.

Por otro lado, la actividad impresora de la ciudad, aunque no volvió a contar con la calidad y fecundidad de los trabajos de Arnao Guillén de Brocar, Bernard Cornellet, Juan de Brocar o Miguel de Erguía, se mantuvo durante los últimos años del siglo XVI y principios del XVII de la mano de dos familias de impresores: los Mares y los Mongastón. El asentamiento de sus talleres en la ciudad resolvió en gran manera la continuidad de la papelería de Barnuevo cuando la demanda librera se había desvanecido. Pese a esto, ya tuvimos oportunidad de ver cómo la compañía de papeleros de su molino se endeudó en 1.800 reales, lo que demuestra que el negocio no era nada rentable, al menos para los papeleros. La demanda local de los impresores no fue suficiente, y su actividad fue decreciendo a lo largo del siglo XVII.

El impresor Matías Mares, presumiblemente de origen francés (como es habitual entre los oficios relacionados con el papel o el libro), llegó a Logroño en el verano de 1587; en enero del año siguiente alquila unas casas en la calle Villanueva, instala su imprenta y compra a Francisco de Soria 400 resmas de papel a 7 reales la resma, entregadas en tandas de treinta en treinta resmas «que dicho Mathias Mares acabadas de ynprimir las dichas treinta rresmas de papel las a de traer y entregar en la posada del dicho Francisco de Soria en esta ciudad, y rresçivir y llebar otras treinta rresmas de blanco, y ynprimirlas y entregarlas ansí mismo como dicho es y ansí subcesibamente como las fuere rresçiviendo las a de hir entregando ynprimidas» (31). Con este papel imprime, al menos, dos libros: un «Libro de Albeytería», de Pedro López de Zamora (32), y un librito en octavo de treinta y tres folios con algunos pasos de Lope de Rueda.

Sería necesario estudiar detenidamente las filigranas y marcas de agua del papel empleado en las impresiones de Matías Mares, Diego Mares y Juan Mongastón para determinar con exactitud el consumo local del papel logroñés a principio del siglo XVII. Hasta el momento no me ha sido posible llevarlo a cabo. No obstante, en 1610 el abad del Monasterio de Valvanera contrataba con Juan Mongastón la impresión de una «Historia de Valvanera» (34), especificándose que «en la dicha ynpresion a de gastar buen papel de francia o de la papelería de Francisco de Barrionuevo o de otro que sea bueno y que se pose de dar y tomar» (35). Desconozco si en este caso concreto el papel empleado en la impresión fue de la papelería de Barnuevo. Pero lo cierto es que la disputa entre el papel local y el papel extranjero la acabó ganando el papel extranjero. A finales del siglo XVII el librero Tomás Ruiz de Llanos consumía en sus trabajos de encuadernación unas 60 resmas de papel de Francia y Génova, por un importe total de 750 reales (36). Todo el papel que empleaba era extranjero.

Al igual que Ruiz de Llanos, Luis Rodríguez en 1702 utilizaba fundamentalmente el papel extranjero en su librería: 110 resmas de papel de Génova (1870 reales), 72 resmas de papel de Francia (1080 r.) y 2 resmas de «margilla de Francia» (72 r.) (37). En 1705 este mismo librero había aumentado el consumo de papel extranjero en 500 reales: 122 resmas de papel de Génova (2044 r.); 92 resmas de papel de Francia (1380 r.), 4 resmas de marquilla de Francia (144 r.) y 6 resmas de marca mayor de Francia (432 r.). En total, más de 3500 reales de papel extranjero (38). No obstante, buena parte de los casi tres mil volúmenes de su librería también lo eran.

PROPIETARIOS, PAPELEROS y APRENDICES DE LOS MOLINOS DE PAPEL EN LA RIOJA (SIGLO XVI)

-Bemaldino de Soria (1525).
-Remando de Soria (1525-1533).
-Cristóbal de Viana, papelero (1527).
-Rodrigo de Viana, papelero (1527).
-«Pierres», papelero (1527).
-Pedro de Sevilla, papelero (1533).
-«Maestro Pedro», papelero (1533).
-Elvira Fernández (1551).
-Juan de Lardero, papelero (1555).
-Francisco de Soria (1567-1588).
-Bartolomé de Nájera (Baños de Río Tobia, 1579; Logroño, 1596).
-Antonio de Espinosa (Baños de Río Tobia, 1586).
-Pedro de Bartolomé, papelero (1582).
-Francisco Barnuevo Cabredo (1595-1610).
-Ambrosio Billán, papelero genovés (1597-1598).
-Lucas Allaván, papelero francés (15971598).
-Pedro Allaván, papelero francés (15971598).
-Arnao Ginester, papelero francés (15971602).
-Jerónimo de Estrada, papelero (1597).
-Martín Ruiz, papelero (1597).
-Juan Navarro Larrieta (1597).
-Pedro de Orrantia, maestro de martinete (1597).
-Pedro de Barrioyuso, aprendiz (1599).
-Hernán Ginés, papelero (1599).
-Juan Madier, papelero francés (1599).
-Juan Ginester, papelero francés (1599-1606).
-Francisco Barnuevo, mozo papelero (1599)
-Juan de Viguera, mozo papelero (1599).
-Juan de Arbicio, papelero (1602).

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(1) BAÑUELOS MARTINEZ, J. M.: "El Concejo logroñés en los siglos de oro", Logroño, 1987, pág. 220.

(2) AHP LOGROÑO (Archivo Histórico Provincial de Logroño). Protocolos, leg. 471, 7 de enero de 1527.

(3) La familia Torre, del valle del Jubera, durante el siglo XVI AVITUALLABA de piedras y muelas a buena parte de los molinos de las comarcas riojanas. Aún en 1614, Miguel de la Torre es un destacado comerciante de muelas en Navarra ("Aproximación al comercio entre Navarra y La Rioja a principios del siglo XVII", en "Segundo Coloquio sobre Historia de La Rioja", tomo II, pág. 115, Logroño, 1985).

(4) AHP LOGROÑO, Protocolos, leg. 481, fol. 32.

(5) BAÑUELOS MARTINEZ, J. M.: Op. cit., pág. 218.

(6) Me refiero concretamente a los papeleros Juan de Lardero (1555), Pedro de Bartolomé (1582), Bartolomé de Nájera (1596) y Juan de Arbicio (1602).

(7) BAÑUELOS MARTINEZ, J. M.: Op. cit., pág. 220.

(8) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 2055. fol. 97; 27 de junio, 1586.

(9) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 577, fol 120.

(10) "Que los dichos Ambrosio Hillán de nazion jinoves, y Lucas y Pero Allavan, y Arnao Jinester de nazion Françes se obligan con sus personas y vienes de asistir en la papelería de Francisco de Varrionuevo Cabredo por espacio de un año que se cuenta desde oy de la fecha de esta, y sustentarla dicha papelería de todos los ofiçiales, aprendizes y personal (...)". Asiento de 1597, AH LOGROÑO. Protocolos, leg. 575. fol. 624. En el asiento de 1599 con los hermanos Ginester, éstos se comprometían a no admitir ni despedir oficiales en su molino, y que "ayan de tener los dichos Arnao y su hermano en el dicho ofiçio de Francisco Barnuebo y a Juan de Biguera por mozos en la papelería". AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 577, fol. 166.

(11) LARRUGA y BONETA, Eugenio: "Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España". Madrid, 1787-1800; tomo XXII, pág. 195, y tomo XXXI, págs. 309-313.

(12) AHP LOGROÑO. Proto Catastro de Ensenada, caja 18, fol. 15.

(13) El 20 de marzo ,de 1595, Francisco Barnuevo contrataba al carpintero Maese Martín de Anagoitia, vecino de Logroño y natural de Orio, para construir un edificio al lado de otro molino "que se ha de llamar papelería". La nueva construcción habría de hacerse al estilo de la que ya existía en el río Lomo, de cien pies de largo por otros tantos de anchura, con parecida carpintería y disposición de las bóvedas, e incluso con un palomar rematando el tejado. Aunque tenía que estar terminada en septiembre de ese mismo año de 1598, ambas partes concretaron aún la ampliación y terminación de las obras, recibiendo por ello el maestro carpintero otros 500 reales más como gratificación de las demasías que este hizo en la obra, y por el resto del trabajo que aún había de realizar. AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 576, fol 469. Goicoechea, C.: "Impresores, libreros y papeleros riojanos", en "Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos", tomo LXVIII, 1, 1960, pág. 151.

(14) Juan Navarro, cantero de Logroño y Domingo de Tapia, de Lardero, se comprometieron el 3 de mayo de 1597 a realizar una obra en el martinete del molino de Barnuevo. AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 575, fol. 691.

(15) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 575, fol 624.

(16) AHP LOGROÑO. Protocolos leg. 577, fol. 162 y ss.

(17) Esta proporción de 14 resmas de papel por cada 10 arrobas de trapo exigida por Barnuevo es la que Jaime Fábregas consideraba como óptima en el memorial que presenta para la construcción del molino de papel en Pamplona. VV. AA.: "La imprenta en Navarra"; Pamplona, 1979. pág. 309.

(18) Ibídem, pág. 309.

(19) Juan Ginester se casó con una hija del papelero Martín Ruiz. El 28 de mayo de 1602, fue bautizado en Santa María de Palacio un hijo suyo y de Ana Ruiz, su esposa. Archivo de Sta. María de Palacio "Libro de Bautizados", fol. 14, 28 de mayo, 1602. (GOICOECHEA, C. Opus cit., pág. 152).

(20) AHP LOGROÑO, Protocolos, leg. 606, fol. 419.

(21) El proceso de fabricación del papel está extraído y retocado del capítulo XIII de "la imprenta en Navarra", titulado "El molino de papel del Hospital General de Pamplona" (págs. 291-314). El proceso de elaboración del papel apenas cambió a lo largo de la Edad Moderna.

(22) Entre 12 y 13 libras la resma recomendaba Jaime Fábregas que tuviese el papel "florete", el papel de mejor calidad que proyectaba fabricar el molino de Pamplona.

(23) "La imprenta en Navarra", pág. 309.

(24) GOICOECHEA, C., pág. 148.

(25) GOICOECHEA, C., pág. 148.

(26) GOICOECHEA, C., pág. 148.

(27) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 521. fol. 361.

(28) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 529, fol. 75.

(29) Juan de Medina (1533-1569), Diego de Toledo (1555-1565), Diego de Ocón (1555-1562), Cristóbal Pérez (1557-1567), Juan de Ayala (1561-1572), "Pascual" (1567), Pedro de Vicioso (1572), Pedro Tornero (1576), Matias Salvatierra (1580), Juan Fernández (1580), Antón Sampedro (1584), Juan Delgado (1586-1587), Pedro Rodríguez Arroyo (1586-1592), Juan Mendiola (1595-1629).

(30) Juan Mendiola (1595-1629 (y Martín de la Cámara (1630-1634).

(31) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 512, fol 7, 9 enero, 1588.

(32) "Libro de Albeyteria, que trata del principio y generación de los caballos hasta su vejez, asimismo los remedios para curar sus enfermedades y de las mulas y otros animales; muy útil y provechoso para todos los albeytares y cirujanos y para otra cualesquier persona que tuvieren o criaren los dichos animales. Escrito por Pedro López Zamora, proto albeytar del reino de Navarra. Logroño, matias mares. 1588". Un volumen en folio de 4 hojas preliminares y 94 foliadas a dos columnas.

(33) "El Deleytoso. compendio llamado: El Deleytoso, en el cual se contienen muchos pasos graciosos del excelente poeta y gracioso representante Lope de Rueda, por poner en principios y entremedias de colloquios y comedias recopilados por Juan de Timoneda. Impresa en Logroño por Matías Mares. Año 1588".

(34) "Historia de la invención, fundación y milagros de Nuestra Señora de Valvanera, de la Orden de San Benito, compuesta por el P. Fr. Gregorio Bravo de Sotomayor, predicador de la dicha casa". Logroño por Juan Mongastón. 610.

(35) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 610, fol. 9, 3 enero, 1610.

(36) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 978, fol. 403.

(37) AHP LOGROÑO. Protocolos, leg. 978, fol. 809.

(38) AHP LOGROÑO. Protocolos. leg. 979, fol. 380.



LOS MOLINOS PAPELEROS EN LA RIOJA (Siglo XVIII)

RAMIREZ BAÑUELOS, José Mª

Publicado en el año 1989 en la Revista de Folklore número 100.

Revista de Folklore

Fundación Joaquín Díaz