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La convocatoria para realizar un número mono-gráfico dedicado a los molinos no ha podido tener respuesta más inmediata ni abundante. La limitación en el número de páginas (36) y la extensión de algunas colaboraciones nos obliga, por tanto, a dedicar dos números más al tema. No nos extraña en absoluto, sin embargo, que haya tantos investigadores que con dedicación y esfuerzo se entregan devotamente al estudio del molino, de hecho éste ha sido, durante siglos, el catalizador de ambiciones, deseos e ilusiones humanas. Símbolo de la capacidad del hombre para transformar las fuerzas de la Naturaleza, o los frutos que aquella daba, en su propio provecho, también fue espejo de instintos y pasiones inconfesables así como fuente inagotable y frecuente de simbólicos relatos -mágicos o no- cuyos ecos aún resuenan en reuniones familiares en el medio rural.
Mas, si durante cientos de años el molino vino a ser reflejo del trabajo y el progreso del ser humano sobre la Tierra, ahora puede representar la facilidad con que aquél olvida, menosprecia o ignora lo que no le resulta directamente provechoso. El molino sigue siendo pues, fatalmente, ese ingenio maravilloso capaz de advertir calladamente a quien le ataca o confunde su naturaleza (como rediviva figura cervantina) acerca del peligro de renunciar alocadamente a los orígenes y no adecuar los medios al fin que se pretende .