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Revista de Folklore número

129



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LA FUENTE y EL LLANO. ALMONASTER LA REAL (Huelva)

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1991 en la Revista de Folklore número 129 - sumario >



Llego a Almonaster la Real, pueblo de castañas, de chacina. Subo a su castillo, ahora plaza de toros, ayer de armas, anejo a la bella mezquita que domina el paisaje. Sobre pueblos de Huelva donde se celebra la Cruz de Mayo, Caro Baroja cita a éste, "...cuyos vecinos se dividen entre los que asisten a la Cruz de arriba y los que van a la Cruz de abajo. También hay una fiesta de la 'Cruz chica’ con su noche de los favores por antonomasia".

Por un árbol nos perdimos
y por otro nos hallamos,
éste que hoy adoramos,
es otro árbol mejor.

Cruz de arriba o de abajo, la de la Fuente y el Llano, o la de los ricos y los pobres, sin que en la actualidad signifique el último apelativo un perfil diferenciador de estratos sociales, aunque la copla los refleje:

En sus casas, los cristianos,
pobres, ricos y señores,
aderezan con primores
adornos muy soberanos,
hasta en las calles y llanos
tienen esa devoción.

Se llamen de una u otra manera, son dos hermandades a cual más interesantes, con su son de flauta y ritmo de tambor distintos.

En este gustoso trabajo de andar por ahí, voy a casa de José Romero, músico de flauta y tambor, que toca la "salida de Mayordomos", de ritmo encontrado, paleando en el parche y en el borde; la "Alborada", quizás más rica de matices a las del Andévalo y el Condado; el "Rosario", como el rociero, al que su maestría imprime colores más recios, serranos; el "Romero", cante y toque, al que se unen vecinas de los dos barrios, Fuente y Llano, dando cada cual su interpretación del tema. La catalogación de la música de Almonaster para flauta y tambor queda en: Fiesta de las Cruces, Romería de Santa Eulalia, Toques de Alborada, Salida de Mayordomos, Rosario, Romero, Fandangos, Seguidillas antiguas y Toque de Fuego.

El primer domingo de mayo celebran en Almonaster la Real la Fiesta de la Cruz, aireando los bellos trajes de serrana y los grandes panderos para dar vida a tanta copla. Mediado mayo, en la ermita de Santa Eulalia, se hace la danza acompañada de flauta y tamboril. Los fandangos que se cantan en Almonaster quieren poca guitarra de compaña, más bien contracanto y ritmo para el coro de mujeres a voces iguales, que regalan al alma coplas como éstas:

Toda la noche me llevo
atravesando "pinales",
por darle los buenos días
al divino sol que sale.

Al alto pino subí
por ver si la divisaba,
lo que divisé fue el polvo
del coche que la llevaba.

Alto pino tiene piñas,
si tiene piñas, piñones,
quien tiene amor, tiene celos
quien tiene celos, pasiones.

Aparte de estas letras, la primera dicha a la divinidad solar, que revuelve en el paisaje serrano el antiguo culto a Mitra, se incorporan con los años otras:

Con reconocido amor
merece ser venerada
yo te adoro Cruz sagrada
donde murió mi Señor.

Cruz bendita, sacro leño,
donde el autor de la vida,
estando ya de partida,
durmió aquel último sueño,
y consiguió el desempeño
mil glorias al Redentor.

Muchas devotas velando
a la Santa Cruz de Cristo,
con grande ternura he visto
ya rezando, ya cantando,
de todos modos mostrando
su gran afecto y fervor.

De tí, el dragón infernal,
huye de miedo y se espanta,
porque fuiste a su garganta,
cuchillo, espada y dogal;
y al decir "por la señal",
huyó con rabia y furor.

Las cruces de nuestro pueblo,
tienen muchas rosas granas,
tiene tres rosas de té,
lirios blancos, flor de almendro,
rosas de pasión también;
también tiene trinitarias,
también tiene pensamientos,
la flor de la primavera
y también la flor del brezo.
Flores que nunca se han visto,
flores que están adornando,
a la Santa Cruz de Cristo.

Hablando de la Cruz de Almonaster o de cualquier lugar, se puede leer en el Evangelio de Nicodemo un relato pleno de símbolos, que arranca en el árbol bíblico, de donde prueban fruto Adán y Eva, y termina en el Calvario.

Fruto de un árbol vedado
que a los hombres enfermó
y otro árbol los sanó,
que estaba ya decretado,
en el que había derramado
Jesús su sacro licor.

El texto -excluido de los sagrados- une a ambos árboles; en síntesis dice que, al llegar Adán casi al milenio de edad, se siente enfermo y manda a Seth a buscar al Paraíso el Arbol de la Misericordia; el arcángel Miguel no sólo no lo deja entrar, sino que sentencia que hasta después de pasados 5.000 años no lo ha de conseguir. Pero para que Seth no vuelva de vacío y desconsolado le dá una rama chica del manzano de Eva, bajo promesa de que una vez convertida en árbol y dado fruto, Adán sanará. Cuando Seth retorna a casa, Adán ya ha muerto, y entonces siembra la rama en su tumba; tallo de apariencia débil es a su tiempo gran manzano de fronda. Un día lo ve Salomón y quiere sacar de su tronco una viga para su palacio, pero el árbol no está destinado a ello; inmedible en lo que representa, los que lo intentan confunden de continuo los cálculos, no saben por donde cortar para que la pieza entresacada resulte idónea para la obra. Desesperados del tanteo, a árbol talado, lo ponen como puente sobre una corriente de agua. Cuando la reina Saba va al palacio de Salomón, al librar el riachuelo, pasa sobre el manzano caído y tiene un mal presentimiento, que expresa:

-El reino de los judíos se derrumbará a causa de un hombre colgado de este tronco.

El rey, temeroso, ordena cavar una gran fosa que llegue a la entraña de la tierra, y allí lo esconde. Pasados los años se convierte el lugar en baños de aguas curativas, cuyos enfermos sanan por estar el gran árbol enterrado en sus profundidades. Blando el fondo por la humedad y el tiempo, sale un día a flote, lo arriman a la orilla, lo sacan, y sobre Su cansada madera clavan a Cristo.

Aquí cierra el relato evangélico, que puede complementarse con la interpretación de que después de consumado el sacrificio, en vez de ser maldita la cruz, ésta se convierte en signo de victoria y gracia, símbolo de todo lo cristiano, que toma su valor. Si antes es marca infamante en la piel del esclavo, ahora es honor junto al poder: el triunfo del cristiano es el de la Cruz. Sigue cantando Almonaster la Real:

Sin Cruz no puede haber gloria,
sin Cruz no se sirve a Cristo,
sin Cruz a nadie se ha visto,
que haya alcanzado victoria;
así en la Sagrada Historia,
lo dice el mejor autor.

Aparte de verse en columnas, paredes, sarcófagos, epitafios, coronas reales, escudos bélicos y frontales palatinos, parece ser que la primera representación datada que se conoce de la Cruz es la del altar de Palmíra, año 134. En Asturias está en una lápida de la iglesia de Cangas de Onis, uno de los primeros templos cristianos levantados en España durante la invasión árabe, año 737.

En pueblos al norte de Almonaster la Real, ya Extremadura, se hacen representaciones de autos sacramentales donde la niña Elena descubre la verdadera Cruz en la Gruta del Santo Sepulcro, propiciando con ello peregrinaciones implorantes de alguna astilla del madero como reliquia, partículas que, según San Cirilo, llegan a cubrir la tierra, y que de ser todas procedentes de la hallada, formarían una cruz inconmesurable, como el paisaje simbólico abierto a nuestros ojos, o el manzano que creció sobre la tumba de Adán y del que los carpinteros de Salomón no fueron capaces de sacar una sola viga. Sean o no de la Cruz original las astillas llevadas como reliquias, actúan como tales, y ésto es lo importante. La Cruz, al fin, es la aportación del cristianismo a muchas fiestas paganas que no pudo destruir, sino transformar, estableciendo su presencia sobre altares, presidiendo a los demás elementos traídos de la paganería en un fenómeno de sincretismo. Una de estas fiestas es la Cruz de Mayo, de tan fuerte arraigo en Almonaster la Real, en Alosno y en tantos sitios de este Sur con mayúsculas, envuelto a veces en ropajes tan extraños que hacen difícil reconocerlo.

Si en Almonaster la Real existen los dos barrios, El Llano y La Fuente, en Alosno -pueblo al que iré- se ponen hasta diez y doce altares de la cruz en las llamadas "colas", habitaciones cerradas anejas a las casas, en saludable mezcla con todo lo demás, que no está allí casualmente, sino que ya estaba desde antiguo, aunque hoy la Cruz presida.

Lejos de hondas tonterías, la esencia de la vida fluye pujante en los barrios cruceros de Almonaster y en estos templos caseros de Alosno, y las jóvenes que cantan o bailan, promesa de vida nueva, se alzan protagonistas, que lo saben, lo sienten y lo dicen:

Ya viene la Cruz de Mayo,
que las mozas no son ciegas:
-Madre, cómprame un vestío
de ese color que se lleva.
No te vayas a enfadar,
mira tú que por la noche,
no voy a poder bailar.

Y el sentimiento siempre pudo más que la razón.



LA FUENTE y EL LLANO. ALMONASTER LA REAL (Huelva)

GARRIDO PALACIOS, Manuel

Publicado en el año 1991 en la Revista de Folklore número 129.

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